Kaili Blues (2015) es una película que sueña con personajes y en ella hay personajes que sueñan sus historias. Una puesta en el abismo. Del plano fijo a una poética del plano secuencia. La valoración de los tonos en las historias está delimitada por el pasado que se niega a desaparecer y un porvenir entre tinieblas. Hay que poner atención en los espejos que guardan la imagen de los personajes, sutil focalización que contiene las leyes de Bi Gan: cualidades de refracción del espacio-tiempo para aglutinar la percepción del espectador con un solo movimiento. No son los ojos los que ven, sino las personas. Añadamos: también los objetos observan. Y hay tantas personas en la película como objetos en el cuarto de Weiwei, el sobrino de Chen, el personaje principal.
Chen trabaja en una clínica en la provincia de Guizhou, en China. Cuando decide buscar a Weiwei, que ha sido vendido a un relojero. Chen encontrará un pueblo de habitantes inscritos en una fantasía que removerá sus recuerdos. Y no podrá discernir vigilia y sueño, como si mirara un barco que cruza una isla o un arca rusa que flota libremente hacia el mar negro.
La ópera prima de Bi Gan, incluye algunos poemas escritos por el mismo director, que se reúnen en la colección Picnic de carretera o Lu bian ye can —título chino de Kaili Blues—. Tenemos la oportunidad para dejar a nuestros ojos irse tras una vorágine lírica, mientras los oídos son conducidos por la música de Lim Giong, el mismo que trabajó en The Assassin (2015) y Millenium Mambo (2001) de Hou Hsiao Hsien. En Kaili Blues el cómo se cuentan las cosas, en lugar de hacia dónde se dirigen, da contorno a una elipsis que repasa temas familiares, leyendas urbanas y sobre todo cómo la temporalidad afecta nuestra percepción. Bi Gan quiere que veamos todo en una habitación, que sacudamos el punto de vista como jerarquía en el modo de escudriñar una provincia o los recuerdos de Chen. Cualquier objeto importa, cualquier pregunta cabe en el intersticio de un niño que ama los relojes. Quien fabrica relojes sabe que dentro de ellos no hay tiempo, pero pueden medirlo. ¿Qué mide Kaili Blues?
¿Qué es aquella entidad de la que hablan en una radio? ¿Su voz es como el rugido de un trueno? ¿Culpar a una casa por tener sueños recurrentes? ¿Un recuerdo es algo que tenemos o algo que hemos perdido? ¿Quemar billetes de mentira está prohibido? ¿Quedarse en casa para ver un solo canal de televisión? No es propósito de engaño el arte. El mundo de lo sensible no está hecho de lógicas, sino de gestos. Lógicas de consumo, lógicas industriales y cinematográficas, serán puestas de lado, para revitalizar gestos que no poseen un carácter estructural, que no dan cuenta de semióticas de la imagen. Kaili Blues encuentra el sitio de algunos gestos que no alcanzan la atención y la memoria, que no están encadenados en arcos dramáticos o leitmotivs asfixiantes.
Liang Kai, el encargado de sonido de Kaili Blues, trabajó en filmación de bodas durante un año. Al asociarse con él, Bi Gan se inició en el arte de filmar banquetes y novios. La situación detonó secuencias sin cortes y un seguimiento de la acción viva y sin interrupciones. Fue en esas fiestas, donde le maravilla el plano secuencia: «Me sentía muy cercano a la poesía cuando lo hacía.» Es a través de este tipo de plano que Bi Gan imprime en el espectador la libertad de su cámara para filmar y una filosofía. El plano hecho de la manera más sencilla posible, resulta de una visión elaborada. Bi Gan encontró cómo alejarse de la postproducción digital y arrebatar en dos intentos el acceso a una realidad onírica —o “realismo mágico” como le han llamado algunos—.
Bi Gan ha dicho que sufre de pesadillas, y aún dormido, se levanta a caminar. Esa sensación es la que busca llevar hacia el espectador con su película. Es un intento por expresar las relaciones entre amor, enfermedad y muerte que llenan el espacio y el tiempo. En este caso, vía la historia y la memoria de Chen Sheng, el personaje principal. El mundo que nos presenta Bi Gan es resultado de la vitalidad de un sueño profundo. Pero no olvidemos el suelo donde nace Kaili Blues. Para Bi Gan el mayor reto para hacer la película fue la cuestión presupuestal. Los lugares que aparecen en el filme podían usarse solo a contrarreloj. Las comidas y el alojamiento desfalcaron al joven director que con un 70% de la película hecha, el dinero estaba a punto de desaparecer de sus bolsillos. El joven director se debatía entre despedir gente, al mismo tiempo, que se exigía mantener a la película en un nivel de calidad y expresión estética conforme a sus ideas. Y bien sabemos que en la realización cinematográfica la forma es contenido, y no hay nada puesto ahí de manera metafísica. La poesía hunde sus raíces en el paisaje que nos presenta Bi Gan, del que nos da cifras, coordenadas, lugares pero también su dimensión sensitiva.
¿Influencias? Las influencias conscientes del director son Goodbye South, Goodbye (1996) de Hou Hsiao-Hsien, y películas chinas de animación. Si por momentos Kaili Blues recuerda a Apichatpong Weerasethakul, a Jia Zhangke o a Hou Hsiao-Hsien, es por el cauce natural de las tradiciones cinematográficas. A las que cualquier cineasta, crítico y espectador les debe consideración. Sin embargo, Kaili Blues tiene su propia fuerza nativa, para incorporar elementos comunes a una filosofía para filmar secuencias y objetos nimios con pulso firme. Encontrar la forma para filmar una historia real de manera soñadora, le da motivos para iniciar el proyecto a lado de familiares y amigos (Chen Sheng, personaje principal, es su tío, p. ej.). Película de terrenales voces, antecesora de una historia sobre detectives que Bi Gan prepara en una China aún desconocida. Bi Gan, director y poeta chino, nació en Kaili, Guizhou, en 1989. Y Kaili Blues es su primer largometraje.