El padre de Elder Mamani —interpretado por Julio César Ticona— ha muerto. Su abuela y su tío son los únicos que verán por su bienestar. Cuando su tío Francisco —Narciso Choquecallata— le consigue empleo en una mina, para Elder es el primer paso hacia un laberinto sin luz. Elder está perdido y su relación con la sociedad está rota.
Kiro Russo en su cortometraje Juku (2011) ensayó las posibilidades de la imagen-movimiento dentro de una mina en Huanuni, Bolivia, escenario donde se desarrolla la mayor parte de su primer largometraje: Viejo calavera. El ejercicio sirvió de preludio para que su película reafirme las formas precisas y estilizadas. Las secuencias se cortan en negro y termina en él: característica no arbitraria en el cine de K. Russo. El encuentro con el rigor geométrico de vena plástica puede comprobarse en sus trabajos previos como Enterprisse (2010) o Nueva vida (2015), además de la mencionada Juku, tríada de cortometrajes producidos por Socavón Cine que sirven de antesala para su ópera prima.
Kiro Russo, Carlos Piñeiro, Miguel Hilari, Pablo Paniagua, forman parte de Socavón Cine, un equipo que produce y busca recursos para filmar dentro y fuera de Bolivia. Los mismos que han colaborado a lado del director Jorge Sanjinés y reivindican una técnica formal para focalizar historias en Bolivia. Se ha dicho que este grupo busca reactualizar los temas de Sanjinés, y han encontrado una forma en el cine boliviano para dialogar, y distanciarse, de las cinematografías nacionales de Boulocq o Bellott. Y, por supuesto, en diálogo también con las cinematografías extranjeras. Kiro Russo filma encuadres que parecen heredados de Caballo dinero (2014) de Pedro Costa, secuencias de engranajes y movimientos de máquinas a la manera de Eisenstein y un intertexto que coloca la venganza de un Hamlet boliviano en la pantalla grande. Aunque la gran referencia en Viejo calavera no es un cineasta sino un fotógrafo suizo: Jean-Claude Wicky con su mirada para retratar mineros.
A Kiro Russo le interesa el documental para hacer una ficción. Aunque como diría Pedro Costa: «toda película es un documental de su propia filmación». Los puntos de fuga, la plasticidad de los interiores y los bloques de sonido fuera de campo, exploran las posibilidades de la luz y su ausencia, para retratar al personaje minero tan característico en el cine de Bolivia. En este caso, con diferencias evidentes. El ambiente de la mina no juega al melodrama, el documental periodístico o la propaganda sensiblera para retratar la vida de los mineros en el socavón. Viejo calavera posee una distancia de esos elementos que hace evidente la falta de peso narrativo, para dejar que el espectador haga por la película lo que ella misma no hace…
La película encuentra su fuerza en la dirección para controlar las señales que atienden a Elder Mamani y al universo sociocultural que le da vida. Kiro Russo buscó la entonación de las palabras que nacen del relato oral, el mismo que recorre a los hombres que trabajan en el interior de la mina y se regocijan después una jornada laboral.
No es común que un largometraje se filme dentro de una mina. Kiro Russo cuenta que tuvo que suspender varias veces la filmación porque las cámaras no resistían las jornadas. Una de las razones para pensar por qué hoy no se hace tanto cine rural en Bolivia; además del presupuesto que supone. Algunos datos aseguran que el 74% de las películas bolivianas exhibidas entre 2003 y 2013 fueron filmadas en la ciudad y solo una minoría en espacios rurales. Viejo Calavera es una anomalía que deja un buen sabor de boca si se tiene presente su dificultad para extraer imágenes de una mina y el auge de las historias urbanas de los últimos años en el cine boliviano.
Las ficciones que integran las historias del mundo minero en Bolivia son muchas. No solo en cine, también en literatura. Un ejemplo de ello es la novela de Fernando Ramírez Velarde, Socavones de angustia (1947). Respecto al cine, Viejo Calavera se inserta en una pléyade de obras como Yawar Mallku (1969) escrita por Óscar Soria y filmada por Sanjinés, este último autor de obras como Aysa (1965) o El coraje del pueblo (1971), hasta Jucus Ninjas (2013) filmada en Potosí y en Oruro por Juan Carlos Soto. Cineastas como Jorge Ruiz, Tonchy Antezana y Ramiro Conde, también han filmado mineros en Bolivia. Sin embargo, el minero como personaje cinematográfico boliviano, del cineasta Jorge Ruiz hasta Kiro Russo ya no tiene las mismas imágenes sosteniendo su figura.
La realidad es compleja, de áreas plurales y diferenciables, algunas asociadas entre sí, que no justifican una sola mirada al centro de sus relaciones o actividades. Las fibras de la idiosincrasia del boliviano que se desarrolla en un centro minero, es parte de la temática que Socavón Cine con el apoyo de trabajadores y sindicatos de las minas encuentran en formas alternativas de producción, para filmar con rigor formal temas poco visibles de la sociedad minera boliviana. Los trabajadores y los sindicatos mineros se incorporaron al equipo de no-actores que aparecen en Viejo calavera.
En el cortometraje Enterprisse (2011), Kiro Russo cuenta cómo el cargador de un Woody enorme —sí, el de Toy Story— camina hacia un parque de diversiones para asombrarse de la utopía moderna. En Viejo calavera, el personaje también camina, pero dentro de un laberinto de roca con una pequeña luz que le observa en el horizonte. Elder sigue vivo por una suerte de ficción. El alcohol, fuente de vida y regocijo para unos, será la condena que cargará en sus manos.
El título de la película es un modismo de las abuelas en Bolivia para nombrar a personas que no sientan cabeza, no se casan y no quieren dejar la fiesta. No seas un “viejo calavera” les dicen las abuelas. Vean Viejo calavera, les dice el director de la película, Socavón cine y el autor de este texto.