FICM 2017: Pequeña anarquía

L’amant d’un jour (2017) de Philippe Garrel


Por Rafael Guilhem 

FICM 2017: Pequeña anarquía

L’amant d’un jour (2017) de Philippe Garrel


Por Rafael Guilhem 

 

TAMAÑO DE LETRA:


Hay un derrumbe cósmico en marcha constante hacia nosotros. Tardará milenios en llegar, o tardará sólo unos segundos. Pero el corazón, siempre profético, adivina que el tiempo, el espacio y la causa son endebles, y que una amenaza, llena de explosiones de astros, está suspendida, zumbando, sobre nuestras cabezas.
Alfonso Reyes, La catástrofe

Las películas son cuestiones importantes que, aunque en ocasiones tratan temas insignificantes, no abandonan su pertinencia. Pocos cineastas entienden este presupuesto con la minuciosidad de Philippe Garrel, un discreto anarquista del audiovisual yendo a contracorriente: su preciso blanco y negro, la luz detallada de los rostros y las pieles pecosas que se confunden con el grano de la imagen. Este modo de trabajo, es labrado bajo la noción tan olvidada de que en el cine las cosas no te pertenecen, inclusive si las diriges.

L’amant d’un jour (2017) junto a La jalousie (2013) y L’ombre des femmes (2015) —las tres últimas películas del realizador francés— comparten un decálogo autoimpuesto por Garrel: una duración menor a los 80 minutos, filmar en 21 días y dar a cada escena una sola toma. Este conjunto de límites, le permiten explorar con delicadeza uno de los temas que ha gobernado al cine moderno: ¿qué hace que las personas permanezcan unidas, o bien, que cobren distancia? Aquí, Jeanne (la hija de Garrel, con toda la fuerza de sus rasgos), va a casa de su padre tras una dolorosa separación. Cuando llega, es acogida con ternura, pero su tranquilidad dura hasta enterarse que Gilles, su padre, mantiene una relación con la joven Ariane. La geometría dibujada por los vínculos, correspondencias y desapegos entre los cuerpos, suministra un pequeño cosmos en órbita que, sin dramas exacerbados, se expande y se contrae como la respiración de un animal mientras duerme.

Ese es el camino que va de la complejidad a la simplicidad, que cruza por los derroteros de cada personaje. La sensibilidad de Garrel, lleva a investigar el amor que se desarrolla en los interiores. El departamento congrega las debilidades y las fortalezas, los intentos de suicidio y la complicidad entre mujeres. Se podría decir que este cuento punzocortante tiene como núcleo fílmico la variación. De estados de ánimo, pero también en las palabras que suben y bajan su volumen. En el montaje, podemos acompañar las caminatas incansables que caracterizan la obra de Garrel, y con fugacidad, pasar a una suntuosa elipsis de puerta en puerta.

Tal vez la bella transparencia de L’amant d’un jour está signada en su capacidad para ser igual a cualquier película, y tan diferente al mismo tiempo. El sendero que recorre Jeanne (la unidad que se dispersa y vuelve a juntarse con otra forma), es el mismo que se devela al final de Pickpocket (Robert Bresson, 1959), y que, por los nombres de sus personajes, parece una contestación a contracampo: «Oh Jeanne, qué camino tan extraño he tenido que tomar para encontrarte». No queda duda que Garrel consiguió conquistar la figura fílmica de la intimidad, la soledad y el encuentro, pero su mayor logro, fue formular una película que no tiene otra pretensión que ser un átomo más de la realidad. 

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