Retratos de (y desde) el encierro

Tres rostros (2018) de Jafar Panahi


Por Ana Laura Pérez Flores 

Retratos de (y desde) el encierro

Tres rostros (2018) de Jafar Panahi


Por Ana Laura Pérez Flores 

 

TAMAÑO DE LETRA:

Vivimos tiempos difíciles para las mujeres. No importa cuándo leas esto. Tiempos ávidos de representaciones justas, de reivindicación, de empoderamiento. Tiempos donde reconocer el papel de la imagen en movimiento en la representación es clave. Tiempos, también, donde complejizar esta representación es cada vez más urgente: no basta con poner mujeres fuertes en la pantalla como una solución inmediata –y superficial– a las exigencias de un mercado, sino, más bien, plantear los cuestionamientos adecuados para intentar comprender un poquito más las realidades englobadas dentro del ser mujer, por doloroso y avasallador que esto pueda resultar.

En Tres rostros (Se rokh, 2018), el mítico Jafar Panahi hace lo que muchos señores del cine han fallado en hacer: colocarse a a un lado para que la mujer hable por sí misma en su propio retrato. La actriz Behnaz Jafari recibe un video donde una joven aspirante a actriz aparece colgándose porque su familia no le permitió ir a estudiar al conservatorio. Jafari y Panahi –actuando como ellos mismos– llegan al pueblo originario de esta joven para intentar esclarecer el asunto. A partir de esto, se desata una búsqueda de verdad que parece suceder dentro de un laberinto. Los obstáculos con los que se enfrentan detallan un panorama opresor donde la prisión es ideológica: una sociedad que reprueba cualquier modo de vida distinto a la convención, donde las mujeres tienen un destino marcado e intentar escapar de ello representa la deshonra familiar y una condena vitalicia.

Jafar Panahi retrata la prisión de estas mujeres desde su propia prisión –él tiene prohibido, desde hace casi una década, salir de Irán y realizar películas–, se coloca a sí mismo frente a la cámara y, abandonando un poco la posición privilegiada y de autoridad que implica dirigir una cinta, hace un esfuerzo por alcanzar una mirada horizontal. Los tres rostros: el de Jafari, el de la joven, Marziyeh, y un tercero, que no vemos nunca, de una actriz retirada, solitaria y estigmatizada, encarnan lo que bien podría ser el pasado, el presente y el futuro de una mujer que desafía el guión en un país conservador. Todas están –estamos– sujetas a la opinión pública, al examen constante: la mujer no se pertenece, al contrario, se debe a todo aquello que se espera de ella. Aún hoy.

Ser mujer es resistir. Jafari se enfrenta en su búsqueda de claridad con una serie de personajes y situaciones que terminan edificando una especie de muralla. ¿Qué puede hacer una mujer en un mundo, frente una sociedad, que la rechaza? La respuesta de Tres rostros parece ser muy simple: buscar el encuentro, construir redes de seguridad, acompañarnos en el camino.  

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