Cinema estridente

En guerra (2018) de Stéphane Brizé


Por Leonardo Olmos

Cinema estridente

En guerra (2018) de Stéphane Brizé


Por Leonardo Olmos

 

TAMAÑO DE LETRA:

El cine sociopolítico; el de las cámaras agitadas, el de los diálogos en megáfono. El arte fílmico que trasciende la banalidad incorpórea del cine de suspenso en taquillas atiborradas. El director y guionista que es consciente de la importancia de su cinta más allá de su promesa económica. La labor del artista que muta a un estado de periodismo e investigación puro, subiendo así los valores de su producción y otorgando a sus realizadores insignias de valentía y coraje.

El cine cursi; el de los héroes atormentados, los mártires encausados y las políticas viles y macabras que atentan insidiosamente contra la bondad humana, que se aferra al espíritu de esperanza que vislumbra un cambio de actitud en aquellos villanos que tanto los amedrentan. Cine rosa de aspiración y catarsis que te toma de la mano como a cualquier niño de cara manchada de mugre y azúcar para condescender con susurros paliativos y ligeras palmaditas en la mollera.

Implicaría terquedad tratar de separar lo político de lo rosa, pues lo primero no resonaría ni establecería su postura sin lo segundo, sin los personajes apedreados una y otra vez, sin uno de ellos gritando a cámara, exponiendo los ideales del movimiento, cubriendo todos los aspectos para que no quede duda por el momento, y quizá el narrador se aventure un poco para mostrar atisbos de ambigüedad moral. No debe faltar ese vital momento de empatía con el público cuando el hombre en escena reflexiona sobre su familia y los sacrificios que tiene que hacer por la causa o, más bien, cuando la cámara decide postrarse en retratos familiares y la música repentinamente se torna en una guitarra melancólica. La luz es cálida; los tiempos entre foto y foto, eternos, donde la exposición narrativa da un giro para convertirse en diapositivas que no hacen sino demostrar la amorosa familia de un incansable líder sindical que lucha por los derechos laborales de sus colegas, ante la falta de interés del gobierno, ante la presión mediática que ve a su movimiento como una revuelta callejera. Una foto final: el recorte de un periódico donde Laurent Amédéo (Vincent Lindon) protagoniza la toma y donde destaca una leyenda escrita por su hija, la mujer responsable de esta presentación en diapositivas: «Mi héroe».

El cine donde se para firmemente En guerra (En guerre, Stéphane Brizé, 2018), aquel que ve en una causa laboral contemporánea la dualidad y emoción necesaria para contar una historia en pantalla y, a la par, complejizar la figura de los sindicatos. Aquel que haría una mella en la percepción social y dejaría un zumbido en las autoridades, culpables por tener que ver una situación abandonada en el cine, en vez de solucionarla en las oficinas de gobierno. Zumbido que quedaría en oídos de todos; una historia de tal valor humano que traduce su escenario en cualquier contexto.

El cine que confunde intensidad ideológica y narrativa con estridencia audiovisual. El zumbido que queda en los oídos no por la potencia del discurso mismo, ni de los anhelos de los personajes, sino por el ruido excesivo que se aprovecha del cansancio adquirido después de largos y ensordecedores monólogos donde todos gritan. Tomando tanto del cine que decididamente quiere emular, su formalidad fotoperiodística agrega movimientos de cámara sísmicos, acercamientos violentos y sonoridad atascada. Estridencia narrativa, también, que de igual manera se aprovecha de lo cansino de su desarrollo para elevar las emociones con acciones llevadas al límite, presentando una paradoja: ¿para fortalecer el mensaje de superación que el filme mismo trata de remarcar, hay que exagerar en las soluciones que sus personajes se plantean? ¿Hay que traicionar el realismo que la película se había propuesto con el fin de golpear las expectativas de la audiencia?

Subjetividad, al fin y al cabo, incomprensible por la indecisión de sus realizadores al no enfocar su historia en una de las dos vertientes por las cuales transita: en el combativo espíritu de sus luchadores sociales o en el melodrama de santos incendiarios. En la pieza de reflexión sobre la responsabilidad de ambos bandos en beneficio de la causa de derechos humanos o en el thriller político con giros argumentales y finales sombríos. Resultaría interesante, quizá, una visión que utilizara todos esos elementos con el propósito de abrir conversación entre espectador y espectáculo. La estridencia de En guerra, sin embargo, ayuda poco para dejar escuchar qué es lo que se está tratando de decir. 

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