Familia distante

Editorial


Jul 9, 2019

TAMAÑO DE LETRA:

En la secuencia final de Jamás llegarán a viejos (They Shall Not Grow Old, 2018) —el documental de Peter Jackson por encargo del programa 14-18 NOW, el Imperial War Museums y la BBC—, los veteranos que narran la película hablan de una herida que pasó desapercibida porque no estaba marcada con vejaciones ni cicatrices en sus cuerpos, una llaga interna: cuando volvieron a sus pueblos después de haber peleado la Primera Guerra Mundial, sus familiares y vecinos se volvieron extraños. Ninguno de ellos quería hablar de la catástrofe que acababa de suceder y, los que sí se aventuraban a hacerlo, hablaban con un desconocimiento absoluto de la vida en las trincheras. Sin la comprensión de sus seres queridos, los soldados se sintieron más lejos de casa que cuando estaban en combate.

Este dossier de Correspondencias es una especie de respuesta a la primera de estas reacciones que enajenaron a los sobrevivientes: no querer abordar la guerra. El cine, sin duda, no ha tenido el mismo resguardo. ¿Las películas de Lewis Milestone, Steven Spielberg o Peter Watkins acercan esta realidad incómoda con sus recursos materiales, sus ideales y su ironía o alejan más a sus espectadores? ¿Podríamos preguntar lo mismo del ensayo autoral que cuestiona la identidad de las imágenes?

Para hacerlo, tomar en cuenta la segunda ofensa de esos vecinos británicos —hablar de algo sin sensibilidad ni conocimiento— es todavía más importante. Conscientes de su respectiva distancia, los artículos, entrevistas y el ensayo audiovisual de este número no justifican, condenan, denuncian o categorizan un fenómeno que claramente es ajeno a las vivencias de las plumas que los idearon. Más bien, articulan una serie de imágenes cinematográficas para tratar de entenderlas mejor, sean mediante la ensayística de Jean-Luc Godard, Harun Farocki y Ghassan Halwani o atravesando la bestialidad formal de las otras guerras: las enfrentas vitales de Andrzej Żuławski y Las margaritas (Sedmikrásky, Vera Chytilová, 1966). El cine bélico no solamente puede servirnos como una lección histórica, una forma de sublimar la violencia o un aliciente político: es una oportunidad de aproximarnos a una sensación ajena (la del soldado, la del conquistador o la de la víctima) y cuestionar las formas (y los motivos) que tenemos para hacerlo.