Ghassan Halwani: formas de (in)visibilidad


Jul 9, 2019

TAMAÑO DE LETRA:

La cuestión es, más bien, cómo determinar, cada vez, en cada imagen, qué es lo que la mano ha hecho exactamente, cómo lo ha hecho y para qué, con qué propósito, tuvo lugar su manipulación. Para bien o para mal, usamos nuestras manos, asestamos golpes o acariciamos, construimos o destruimos, damos o tomamos. Frente a cada imagen, lo que deberíamos preguntarnos es cómo (nos) mira, cómo (nos) piensa y cómo (nos) toca a la vez.
Georges Didi-Huberman

Primer inicio. Hay un acto-testigo: Ghassan Halwani encuentra un cartel en Beirut donde se ven numerosos rostros, pequeños íconos de personas desaparecidas que forman parte de una exposición organizada por una ONG. Para el cineasta, no todos son rostros desconocidos, ya que encuentra un retrato ahí enmarcado que le resulta tan familiar que le exalta la voluntad de filmar.

Integrante de un comité de familiares de desaparecidos, conoce las formas en que se ha luchado por la visibilidad de estos individuos entre búsquedas, papeleo e investigaciones fallidas. Halwani encontró el cartel en 2007. Seis años después, cuando intenta buscarlo, encuentra una pared llena de carteles que se yuxtaponen a su recuerdo. El libanés rasga el papel de los carteles hasta encontrar el rostro que le motivó a filmar originalmente.

Este proceso es una parte neurálgica de Erased, ___ Ascent of the Invisible (Tirss, rihlat alsoo’oud ila almar’i, 2018). Vemos cómo el cartel de su memoria está debajo de los demás y, para desenterrarlo, el punto de vista del filme necesita de las manos recorriendo el papel con diferentes utensilios (pincel, cúter, pinzas) hasta encontrar esa imagen familiar que, podemos confabular, le indicó el título de su película: el ascenso de lo invisible. Las manos construyen lo visible, arrebatan del mosaico de símbolos algunos íconos familiares. No es sólo un rostro el que muere o desaparece, sino una colectividad de ellos que lucha por sobrevivir y ascender a lo visible (al menos en el tiempo que dura la película).

Halwani, con la información que reunió de 2007 a 2013, tiene la posibilidad de recrear la figura completa de la persona desaparecida a través de un dibujo. El director se basó en fotografías originales para trazar las partes faltantes del cuerpo. La animación de este dibujo también concentra sus energías en el paisaje que rodea al desaparecido, el viento, las hojas y, sobre todo, en una mirada hacia afuera del cuadro.

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Segundo inicio. Una fotografía que permanece en pantalla durante seis minutos es el punto de partida del documental. Retrata el secuestro de alguien por dos militares. Lo curioso de la imagen es que está retocada en el centro para borrar a sus tres personajes. Apenas unos indicios susurran al espectador que ahí hubo un acto violento: un sombrero, una sombra, unos fragmentos del cuerpo que oculta otra imagen a su vez, la de millones de desaparecidos por la guerra civil libanesa entre 1975 y 1990. La voz de un foto periodista describe la fotografía y la voz del realizador le pregunta si puede hablar de lo que no vemos.

La película sabe muy bien la lógica a la que juega al intentar mostrar la imagen de un desaparecido. Visible durante la duración del metraje, el recuerdo de la persona existirá en algún lugar de la cotidianidad del espectador para regresar más tarde a su estado de invisibilidad. Halwani no deja de interpelar al público que mira:

Un público que está expuesto a miles de imágenes todos los días, imágenes de violencia y relacionadas con temas que han estado digiriendo (…) También pensé en todas las imágenes a las que están expuestos a través de Facebook y videos. Todas las imágenes que se pueden crear para este tema ya se han creado, por lo que no se trata de crear una nueva imagen, sino de profundizar en las imágenes problemáticas que ya están hechas.[1]

La posición del cineasta no es la de un investigador ni la de una autoridad en el tema. Tampoco la de un defensor, activista o víctima; es la de un esteta: alguien que desde la sensibilidad hace preguntas y, en el manejo de materiales visuales y de archivo, proporciona las herramientas que sí pueden ayudar a encontrar caminos de investigación al alcance de otros agentes sociales, para que atraviesen la barrera de un conservadurismo estatal que pone límites al negar la reconstrucción de un cuerpo colectivo. Para saber, hay que imaginar, dice Didi-Huberman.

¿Cómo se representa a una persona desaparecida? Sobre el documental Soles negros (Soleils noirs, Julien Elie, 2018), que retrata una constelación de violencia que se vive todos los días en México, Luis M. Rivera escribió: «Retratar la violencia de un país sin mostrar sangre es un ejercicio que deberíamos hacer más a menudo».[2] El apunte de Rivera focaliza bien el problema de la representación de la violencia, la sangre como un elemento recurrente en ese tipo de audiovisuales. Halwani intenta mostrar, así como Julien Elie ensaya y Rivera apunta, una imagen sin sus estereotipos.

Erased, ___ Ascent of the Invisible representa así a un desaparecido sin limitarse a la foto institucional de identidad, aquella de requisitos específicos, homogéneos, donde sonreír o mirar a otro lugar que no sea el centro está prohibido. Una imagen oficial frente al dibujo, frente al trazo que puede mirar a otro sitio fuera del centro. Para saber, hay que dibujar, dice Halwani.

Las imágenes oficiales no representan a la persona. El encuentro con lo inexistente está en el punto de vista de la película. Ese punto de vista es un acto creativo y político. Recordemos que en El Líbano es obligatorio enviar los trabajos creativos a instituciones militares para que se les otorgue un permiso. No se puede simplemente entregar un guion y decir «voy a filmar fosas comunes». Eso nos explica mucho del encuadre y los planos de una película que está censurada en su forma; su filmación es un acto de resistencia para reconstruir imágenes que deben ser pensadas.

A partir de ello, Halwani filma tres puntos fundamentales de una cartografía del horror: cómo representar a las personas desaparecidas de una sociedad, la ubicación de las fosas comunes en lugares públicos y el aspecto de una ciudad que encubre a sus cuerpos sociales y políticos a través de monumentos que los «honran». Esta cartografía no tiene fronteras, está presente en cada lugar donde la impunidad dicte sus propias formas.

En este momento histórico de banalidad y bulimia de imágenes, de mercancías imaginarias que hacen del horror —la guerra, los asesinatos o los cadáveres— un valor en sí mismo, la forma de representar supone una decisión ética. «En la urgencia por ofrecer el testimonio de un presente, al que el testigo sabe perfectamente que no va a sobrevivir, en el seno mismo del acontecimiento, surgen a pesar de todo, las imágenes».[3] Erased, ___ Ascent of the Invisible: una constelación visual cargada de tensiones que sirven para arrebatarle al espectador la tranquilidad y lanzarlo a la creación de sus propios actos de resistencia, no sin antes confrontar su paciencia para examinar las imágenes sin sus estereotipos.


FUENTES:
[1] Christopher Heron, «The Witnessing Shadow: Ghassan Halwani Interview» en The Seventh Art, 2018.
[2] Luis M. Rivera, «La ruta de lo público: los debates que nos conciernen», en Ambulante, 2019.
[3] Georges Didi-Huberman, Imágenes pese a todo, Barcelona, Paidós, 2004, p. 56.