La complicidad voyerista

Noches de Julio (2018) de Axel Muñoz Barba


Sep 30, 2019

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En 1968, el filósofo francés Jean Baudrillard publicó El sistema de los objetos, donde plantea que los objetos representan un repositorio simbólico de factores morales, psicológicos y emotivos en el contexto social. Baudrillard afirma que los objetos están destinados a personificar las relaciones humanas e incluso a poseer un alma, por lo que «seres y objetos están ligados, y los objetos cobran en esta complicidad una densidad, un valor afectivo que se ha convenido en llamar su presencia».[1] Es decir, cada objeto tiene en sí mismo un valor intrínseco de la persona que lo usa.

El protagonista de la ópera prima de Axel Muñoz Barba entiende esta premisa a la perfección. Julio (Hoze Meléndez) tiene un especial interés por los objetos que encuentra en las prendas de la tintorería donde trabaja, ve en ellos la forma de abstraerse de su incierta situación laboral e idealiza a las personas a través de sus pertenencias, como la suerte de amor platónico que sostiene con Sofía (Johanna Murillo) gracias a un vestido rojo.

La cinta se desarrolla en una especie de relación interpersonal mediante los objetos y espacios, una visión romántica que lleva a Julio a husmear en el departamento de Sofía hasta mimetizarse dentro del mismo, desapareciendo cualquier atisbo de su presencia. Sin embargo, el voyerismo se inscribe fuera de cualquier hostigamiento y se ve enriquecido por la complicidad del sujeto observado: «Resulta que, cuando me lo pongo [el vestido], me dan ganas de que me lo quiten», le dice Sofía a un tímido Julio, en sintonía con aquel sexto episodio del Decálogo (Dekalog, szesc, 1989) y su versión cinematográfica No amarás (Krótki film o milosci, 1988), de Krzysztof Kieślowski. A diferencia del cineasta polaco, Muñoz parte más del sentimiento de soledad que de una idea rara u opuesta al amor tradicional, y esto lo reafirma con el posterior enfrentamiento que tiene Julio con Mara (Florencia Ríos), a la que descubre como su propia espía.

La soledad es el vínculo que tienen todos los personajes y es lo que los lleva a interesarse por el otro, pues el juego voyerista que Julio sostiene con las dos mujeres se da por un aprecio y observación de la soledad ajena para descubrir y encubrir la propia. Se parte de un conocimiento de la intimidad del hogar, los libros que leen o la ropa que usan para configurar el enamoramiento, y ese retrato de la intimidad de cada personaje adquiere mayor relevancia por el énfasis en los ruidos y silencios que los rodean.

En ese sentido, es sumamente interesante la relación observado-observador que sostienen Mara y Julio rumbo al final de la película, pues su situación no infiere un romance que da pauta al enamoramiento, sino que es un proceso contrario: parten del enamoramiento y de la idealización para entablar una suerte de discurso amoroso.

Noches de Julio no trata sobre la paranoia de sentirse vigilado, sino sobre la contradicción que implica el sentirse cómodo con la presencia de alguien supuestamente invisible en un juego de complicidad voyerista, una abstracción de la relación amorosa en el universo de las redes sociales, inmersa en un mundo en el que lo mejor que se puede compartir es la soledad. La película, lejos de crear un juicio o crítica a esta condición, construye a través de los espacios compartidos, de la ausencia y presencia del otro, un lugar para el surgimiento del romance.

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FUENTES:
[1] Jean Baudrillard. El sistema de los objetos, Francisco González Aramburu (trad.), México, Siglo XXI, 1969, p. 14.