El dolor de los héroes

Un buen día en el vecindario (2019) de Marielle Heller


Ene 22, 2020

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El dolor es el mejor creador de silencio y quienes desean sacarlo de su oscuro refugio pueden ser vistos como «héroes», pero, más que una proeza, dicho acto representa una suerte de servicio, uno que requiere a su vez de otro refugio, aquel de un vecino amigable pero ficticio, capaz de expresar una inmensa humanidad, pero careciendo de la condición de humano. Fred Rogers (Tom Hanks) es un hombre que ha creado un personaje que le permite hablar de temas sombríos a la audiencia más inocente: los niños.

Es por eso quizá que la película Un buen día en el vecindario (A Beautiful Day in the Neighbourhood, 2019), dirigida por Marielle Heller, deja el control en más de una ocasión al programa de Rogers, incluso partiendo del mismo para su puesta en escena. Las ciudades y las calles se convierten en maquetas y los personajes de la película, en invitados del programa de televisión. Paradójicamente, a medida que todo se vuelve falso, las emociones quedan mucho más expuestas, como si únicamente pudieran existir en su estado más crudo a través del artificio.

La película no es un recuento de la vida de Rogers, sino un ejemplo de la forma en la que su labor impactó en Lloyd Vogel (estupendo Matthew Rhys), un cínico escritor de la revista Esquire que, a finales de la década de los noventa, pretendía escribir un «revelador» artículo sobre el popular conductor televisivo, pero que terminó exponiendo, más bien, la forma en que algo tan sencillo como alumbrar los sentimientos y miedos más sombríos con palabras otorga una serenidad que permite entender el miedo ajeno, y que eso está bien.

Además de su personaje televisivo, Rogers utiliza títeres que le permiten explorar impunemente lo que se oculta detrás del dolor, como un muñeco de ventrílocuo y diversos títeres le permitían a Paul Berthalet (Mel Ferrer) ayudar a la infantilizada y joven huérfana Lili en la película homónima de 1953, dirigida por Charles Walters. En ambas películas, el rescate es mutuo y se explora la tensión creada a partir de la interacción entre la ingenuidad y el cinismo. En Lili, la ingenua protagonista interpretada por Leslie Caron se comunica con los muñecos y títeres a través de canciones e intercambios que ignoran el hecho de que existe alguien manipulando el artificio, pero eso no hace menos reales a los sentimientos que confiere. En la película de Heller, Lloyd se fuerza a ver constantemente al hombre detrás del artificio, aun cuando el mismo Rogers ponga a sus títeres a cuestionar de manera frontal y con seca ternura a Lloyd sobre sus problemas personales. El artificio lúdico de los títeres se convierte, en ambas películas, en un revelador camino a la sinceridad afectiva de todos los que interactúan con ellos. Incluso de sus nobles pero agobiados manipuladores.

La cineasta Marielle Heller no plantea una visión que ponga a Rogers sobre Lloyd, sino un intercambio en el que ambos se reconocen como incapaces de lidiar con la muerte, el rechazo y, principalmente, con el dolor. Rogers no es más revelado que profundizado, así como Lloyd no es más redimido que comprendido. Guiando a Hanks y Rhys a verse como iguales e incluso encuadrándolos simétricamente, Heller remueve toda vanidad de una figura «heroica» y deja únicamente la vulnerabilidad, lugar en el que germina la nobleza de la película.

Al igual que en ¿Podrás perdonarme algún día? (Can You Ever Forgive Me?, 2018), Marielle Heller no evade lo sórdido ni lo extraño porque encuentra ahí una autenticidad imposible de hallar en la asepsia y la alabanza tan usual en el biopic o las películas «basadas en hechos reales». Curiosamente, mientras más se distorsiona esa «realidad» recubierta de lo oficial, da la impresión de ser más sincera, de la misma forma que el títere de un rey o de un tímido león pueden, con una mirada fija y una voz engolada, tocar recuerdos y emociones profundas que convierten en vecinos a los más acérrimos enemigos.

Could you be mine, would you be my neighbour?

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