Dislocación en primera persona

Là-bas (2006) de Chantal Akerman

TAMAÑO DE LETRA:

Durante su estancia en Tel Aviv, Chantal Akerman realizó un largometraje desde el cual recorre las memorias de la infancia y el pasado de una familia judía. Durante la estancia actual, he decidido volver a ver este largometraje. Chantal Akerman lo hace todo desde la reflexión de un apartamento y las miradas de sus vecinos a través de la ventana. Yo escribo esto en las mismas condiciones. La diferencia es de 14 años y 11,474 kilómetros. Akerman no quiere salir de la casa. Yo sí. Hábito-habitación-habitar-habitabilidad-habitáculo-habitante-habituarse a lo habitual. En las imágenes de este largometraje de 2006 nos habituamos a lo habitual. En los días extraños que nos rodean, también. Nos instalamos en la mirada sincera y prolongada de lo cotidiano. Las películas de Chantal Akerman contienen en su núcleo una visión que está constantemente en fuga: es la eterna huida de un sí mismo para retornar a un pasado ausente, virtual en tanto solo es recuerdo. Se trata de un eterno exilio en donde las figuras de la madre, la infancia y el hogar devienen en la dislocación de un espacio-tiempo ausente. Muy a propósito de que en estos tiempos los cines están cerrados y las ventanas se han vuelto un nuevo teatro, las imágenes de Akerman en Là-bas nos transportan a esa sensación en donde el vivir es un desamparo y la voz entrecortada del recuerdo es un alma que lleva el pasado a cuestas. La correspondencia del contexto y las imágenes casi fijas de Akerman pliegan el tiempo y el espacio. Y en ocasiones siento, en el Tel Aviv de hace 14 años, el Bogotá de ahora, o en la paciencia en tensión de Akerman, al cuerpo recluido de hoy. Muy seguramente el Tel Aviv de Akerman se pliegue en Berlín, en Barcelona, en Buenos Aires, en Manila, en Monterrey, en Caracas, en Yakarta. Muy seguramente el desarraigo y la ausencia se recompongan en cada proyección y reproyección y reproyección y reproyección de Là-bas.

La relación espacial de Akerman con Tel Aviv es por medio de la ventana y del mar. A través de mi ventana puedo ver un colegio vacío. Los marcos que estructuran la exclusión del cuerpo nos dejan percibir a Akerman únicamente por medio de su reflejo en las ventanas y su voz en el teléfono. El marco de la pantalla en la cual vi la película me permite ver mi reflejo en ocasiones. En ese instante descubro un rostro propio plasmado en una película que fue, está siendo y está por ser. Los cuerpos presentes son los cuerpos ajenos, los cuerpos del vecindario y de turistas en el mar. La forma en la que Akerman reivindica lo personal por medio de subjetividades ausentes en la imagen nos permite explorar una anatomía del desarraigo en donde la oquedad y el desfigurarse constantemente subvierten los marcos usuales de representación del cine. La pantalla ha hecho de mi rostro espectador unos cuantos frames de la película. El cine de Akerman apunta a ser un contra-cine, pienso. La preservación y registro de un yo dislocado por la memoria hacen de Là-bas una película más que pertinente para un tiempo en el cual vamos a llegar un poco ciegas al futuro. La relación con la búsqueda de unas raíces en Tel Aviv pareciera ser una relación resentida. En mi diccionario, a la palabra «resentida» le siguen: resentimiento, resentirse y reseña. ¿Esto es una crítica o una reseña? La distancia incómoda, verdadera y persistente en esta película ignora las formas que podamos encontrar para hablar de ella. La mirada encerrada en un plano fijo y el sonido de una voz cansada son una restricción angustiante, siguiente de «restricción» en el diccionario aparecen: restrictivo, restringir y resucitador.

Cuando pienso en las películas de Akerman, me es inevitable pensar en mi mamá. A veces pienso que es apenas lógico, Chantal Akerman menciona a su mamá en casi todas sus películas. Me pregunto si lo que escribo no corresponde más bien a las palabras de mis madres. A la memoria heredada, a la angustia histórica y al mismo plano espacial del cuerpo recluido. Las nombro acá, en las palabras que son imágenes y que, al mismo tiempo, están hablando de otras imágenes que también hablan de las madres y de sus palabras.

Las latitudes y longitudes de la imagen son un gran paréntesis del ser cotidiano en el cual la sensación infante y el sentido fracturado del tiempo se traducen en el relato de dos mujeres que se han suicidado. Vemos a las personas en los balcones y los aviones pasando. Vemos una misma sala en casi toda la película. Esta comunicación frustrada del encierro crea un sendero ritual cotidiano que se desdibuja en lo incierto. Una subjetividad perdida, una mujer cansada. Là-bas, precisamente preciosa, desdibuja la memoria y la habitación, e intenta, entre balbuceos, orígenes y contradicciones, retornar al sendero de un hogar, pero no encuentra caminos para este. Là-bas es sencilla, necesaria y contranarrativa. Una película en donde la trama deviene en entramado y la ventana, una vez más, es la herida abierta del recuerdo, la ciudad y el reflejo.

TAMAÑO DE LETRA:

 

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