Los asaltos

Intimate Distances (2020) de Phillip Warnell

TAMAÑO DE LETRA:

¿En algún momento de tu vida te has sentido dispuesto a traspasar un límite que jamás previste cruzar? Esta es una de las preguntas que Martha Wollner les hace a transeúntes neoyorquinos en Intimate Distances (2020), de Phillip Warnell. Ella alude a límites criminales, pero, además de que sus interlocutores no siempre entienden a qué se refiere, quizá el documental indaga en un tipo de límite muy distinto, a saber: el de asaltar a desconocidos en la calle, asaltarlos con el arma de las preguntas personales, asaltarlos con el filo de la intimidad.

Nunca hemos estado tan cerca unos de otros, la densidad poblacional en las ciudades se multiplica cada día. Vivimos encimados, un departamento sobre el otro, en apretados metros cuadrados. Por si fuera poco, una de las realidades que se reveló en la pandemia es la dificultad de permanecer a un metro y medio separados de los demás. No obstante, frente a estas verdaderas distancias íntimas, la manera en que percibimos las relaciones sociales es a través de lo fragmentario. La idea de la fragmentación no solo existe para conservadores que ven un México actual polarizado o que supuestamente anhelan «restaurar el tejido social»,[1] sino también para científicos que describen nuestra vida en común. Gonzalo Andrés Saraví, en su libro Juventudes fragmentadas,[2] relata cómo los jóvenes solemos entablar cercanías con nuestra misma clase social y es difícil que lo hagamos con personas de otros estratos económicos. La sociedad está segmentada y la empatía es un banquete solo para invitados.

La intimidad espacial no promete intimidad afectiva; es más, la niega. En la búsqueda de un poco de privacidad, transformamos al vecino en un extraño. Abrumados por el abundante hormiguero citadino, preferimos los círculos gregarios pequeños y la soledad.[3] Por eso, que una mujer mayor se te acerque, rompa ese límite imaginario que te separa de las multitudes y te haga preguntas íntimas solo puede resultar extravagante.

Hay actitudes que permitimos solo a ciertas personas. Bien lo distingue Valeria Luiselli: «Salvo […] los niños que regresan de la escuela, los muy viejos y los vendedores ambulantes, nadie en esta ciudad tiene derecho a la velocidad del paseo […] el que camina demasiado lento podría estar tramando un crimen».[4] Contra el fluido transitar del peatón, Martha Wollner —ese salmón de las calles— detiene su caminata, observa su entorno, mira con demora a un señor hasta que se hace notar y consigue una entrevista. La edad de Martha pareciera justificar su extravagancia y el señor se arriesga a platicar con ella hasta tal punto que, por la intimidad afectiva, necesita darle un abrazo.

Aun así, no todos acceden a contestarle a Martha con la misma facilidad y franqueza. No falta quien se resiste y contesta preguntas con preguntas o quien responde de forma cortante. Es normal. Sacados del ensimismamiento, agredidos porque les dirigen la palabra, los habitantes de la ciudad moderna desconfían. ¿Los invitarán a cometer un crimen o es que el Estado los supervisa? El documental sugiere que Martha no está sola, la acompañan vigilantes detrás de cámaras —¿cineastas?, ¿policías?, ¿criminales?—. La cámara los (nos) posiciona cual francotiradores, ocultos en edificios, que observan a sus objetivos con un zoom hostil o los escuchan gracias a micrófonos escondidos. La entrevistadora hace señas a estos misteriosos personajes para preguntarles si interroga a una persona o no. Parece que los entrevistados no saben, siquiera, que los filman.

Todo es sospechoso. A lo largo del documental, aparece sobre la pantalla una serie de mensajes por celular, supuesta correspondencia entre Martha y el grupo de vigilantes-cineastas. Cuando la película empieza, ella escribe «Estoy en la pista de baile», una frase que suena a código secreto. El último recado que aparece es una cita de Jean Baudrillard: «Todo lo ininteligible es criminal en potencia». ¿Qué es, entonces, lo incomprensible, lo apenas audible en Intimate Distances? ¿Qué es lo criminal en potencia?

Es incomprensible la razón por la que Martha hace preguntas a ciertos peatones. Si alguien espía la sinopsis o los créditos del filme, ahí se confiesa: ella es una directora de casting en búsqueda de hombres que puedan interpretar el papel de un criminal. Mas, prescindamos de esta información extrafílmica que acaba con el misterio. Ignoremos su motivación, igual que lo hacen sus interlocutores, los peatones. Si no la entendemos a ella, entonces tampoco a quienes filman y vigilan. Ella es una criminal en potencia, pero también los camarógrafos e, incluso, los entrevistados. Aun cuando estos últimos conversan con Martha y dan a conocer una parte de sí, volviéndose inteligibles, ¿cómo sabemos que no ocultan algo o mienten? Un criminal, en potencia, puede ser cualquiera.

Tenemos que convivir con esa difícil realidad: la persona con la que compartimos una citadina distancia íntima puede ser un delincuente. No obstante, si lo ininteligible es criminal en potencia, entonces lo inteligible puede ser inocente. ¿Somos capaces de conocer a las personas y así quitarles su potencia de criminalidad? Quién sabe, pero al menos podemos intentarlo como Martha Wollner, quien, un día en la calle, asaltó a la fragmentación social con el arma de las preguntas personales y el filo de la intimidad.

TAMAÑO DE LETRA:

 

  • Clementina
  • El poder del perro
  • Adios al lenguaje-2
  • Noticias de casa

NOTAS Y REFERENCIAS:

[1] «La agenda de la inclusión social consiste menos en reparar el vínculo social que en una misión para permitir a todos los miembros de la sociedad ser consumidores autoadministrados completamente funcionales que no dependan del Estado benefactor y quienes puedan lidiar con un mundo desregulado y privatizado. Como tal, la idea neoliberal de comunidad no busca construir relaciones sociales, sino mermarlas»: Claire Bishop, Infiernos artificiales: Arte participativo y políticas de la espectaduría, México, Taller de Ediciones Económicas, 2016, pp. 30-31.

[2] Gonzalo Andrés Saraví, Juventudes fragmentadas. Socialización, clase y cultura en la construcción de la desigualdad, México, Flacso CIESAS, 2015.

[3] Simplifico con ánimo ilustrativo. No debe olvidarse el entusiasmo que nos invade cuando somos «masa» en un concierto, en una protesta o, incluso, en las fiestas patronales, cuando las puertas de las casas se abren para agasajar a quien tenga hambre.

[4] Valeria Luiselli, Papeles falsos, México, Sexto Piso, 2015, p. 39.