La oración descalza


Mar 22, 2021

TAMAÑO DE LETRA:

¿Cuántos pasos hay entre John Ford y Jean-Claude Brisseau? Tantos como los que pueda dar una persona que no puede caminar, pero que tiene la inamovible convicción de que la distancia no es una cuestión de lo concreto, sino más bien de lo intangible. La sanación toma un aire tan denso como místico en Céline (1992), de Brisseau, en la que una joven, después de sufrir una terrible crisis, es apoyada por una enfermera en una mansión de campo. Céline no solo concluye su propio proceso de rehabilitación, sino que, a través de la meditación y la oración, tiene experiencias místicas que le otorgan discretas pero milagrosas virtudes.

Esas mismas cualidades podrían aplicarse a una de las historias de esa inagotable biblia fílmica que es ¡Qué verde era mi valle! (How Green Was My Valley, 1941), de John Ford, particularmente al episodio en el que el joven Huw cae a un estanque congelado junto con su madre y sus piernas quedan paralizadas, con la posibilidad de nunca volver a moverse. El pastor Gruffyd anima al pequeño Huw, primero con una lectura, luego con la acción y finalmente con el verbo, para que recupere la capacidad de caminar.

En la película de Brisseau, un paciente en silla de ruedas, afecto a la lectura y de una inquieta imaginación, se acerca a Céline mientras ella medita en el campo. El joven cae de la silla, pero parece que el poder recién adquirido de Céline emite una energía que permite al joven levantarse por sí solo y recuperar la movilidad que creía perdida. Resulta difícil no pensar en el pequeño Huw, quien, después de meses de paciencia y oración, consigue mantenerse en pie y moverse lentamente hacia Gruffyd en un ambiente muy similar.

En la oración, aquello que parece imposible se materializa en la profundidad del deseo, ennoblecido por la esperanza y la gracia. En ambas películas, dar un paso se convierte en un auténtico milagro que no viene de la nada, sino que se construye a través de la oración; no como plegaria, sino como riguroso pensamiento y aguda reflexión. Tanto en el filme de Ford como en el de Brisseau, el misticismo juega un rol aún más grande que la fe, principalmente porque cierra la distancia entre cineastas de geografías y temáticas tan distintas que únicamente podrían estar unidas por los invisibles y silentes pasos de una oración descalza.