Tsai Ming-liang: Cruising místico


Mar 22, 2021

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El cruising, práctica heredada de la comunidad homosexual para la búsqueda de intercambios sexuales de manera casual, discreta y segura en lugares estipulados para ello, como parques oscuros, lagos o playas alejadas, o salas de cine poco concurridas, hace parte sustancial de la filmografía de Tsai Ming-liang. Si bien este escenario se desarrolla explícitamente en Goodbye, Dragon Inn (Bu san, 2003), sus solitarios personajes deambulan lentamente, persiguiéndose por toda la ciudad, buscando conectar con alguien más, desde Vive L’Amour (Ai qing wan sui, 1992), en The River (He liu, 1997) y hasta en el cortometraje No No Sleep (Wu wu mian, 2015).

Los cuerpos se buscan. Hay una fuerza de gravedad que los ordena, sobre la que se mueven, que los acerca y aleja, pero que parece nunca permitirles coincidir. A pesar de la definición, el motor que rige este vagabundeo tenso en el cine de Tsai Ming-liang no es el deseo carnal, sino una abrumadora necesidad de contacto humano: el roce de un brazo junto al propio en una butaca de cine, el abrazo distraído antes de caer dormido, la complicidad y el cuidado en el cruce de miradas, el cariño. Sus silencios dibujan el anhelo marchito por compartir una intimidad o al menos un fragmento de eso. Su búsqueda, aleatoria y desesperada, es física, pero no es sexual y por ello fracasa cada vez.

Tal vez porque dormir con otra persona significa en sí mismo un enorme acto de confianza y vulnerabilidad, es en la cama, durmiendo, en donde por breves instantes la conexión se logra y el mundo deja de ser un lugar hostil para Hsiao-kang en Vive L’Amour, Shiang-chyi en What Time Is It There? (Ni na bian ji dian, 2001) y para el trío protagonista de I Don’t Want to Sleep Alone (Hei yan quan, 2006). La tensión de la cacería desaparece al fin, develando su objetivo, y su angustia se convierte en alivio. La fuerza de gravedad se diluye y ellos parecen trascender sus cuerpos sin apenas tocarse.