Las raíces de las lobas

Entrevista a Nathalie Álvarez Mesén


Dic 6, 2021

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Presentada en la Quincena de Realizadores del 72 Festival de Cannes, Clara sola (2021), ópera prima de la cineasta costarricense Nathalie Álvarez Mesén, tiene como protagonista a una mujer constreñida por su edad, su religión, su entorno y su cuerpo. La tensión, en lugar de debilitarla, la fortalece hasta un punto de catarsis de dimensiones tan épicas y vastas que solamente tienen cabida en el mundo de lo fantástico.

Combinando un hábil sentido de colaboración fílmica y una visión tan propia como la de su personaje, Nathalie Álvarez Mesén compartió con nosotros el proceso que la llevó al nacimiento de un personaje, antes que el de una película.

Aunque se trata de una ópera prima, es una película que tiene una fuerza considerable y una notable claridad para expresarse a sí misma. Es evidente la presencia de temas coyunturales y de enorme vigencia, pero que están abordados desde un lugar peculiar: la potencia liberadora del deseo. ¿Cómo nació la potencia de Clara sola?

Básicamente, al haber crecido como mujer en Latinoamérica, yo sentía que no tenía el espacio para hablar de ciertas cosas. De sexo sí, pero no de deseo. Cuando se activaron mi sexualidad y mi deseo, no tenía a nadie con quien hablar sobre fantasías, dado que no existían esos espacios. Aun así, la fuerza se sentía muy adentro. Quería a un personaje que hubiera crecido con aquella opresión y ningún espacio en el cual hablar. Elegí un contexto religioso porque las tradiciones que en mi infancia me impedían hablar de deseo estaban mediadas por las tradiciones y las reglas que las mujeres debemos seguir.

Quería acoplar liberación con sexualidad y que se encontrara un poder dentro de la sexualidad. Seguimos a Clara en el lapso de su vida en el que encuentra eso, no es algo que nace porque ya lo tenía. Hay un catalizador en la película que le permite empezar a romper las barreras, tanto físicas como invisibles. Ella también se ha autocensurado hasta que empezó a salir de allí.

Hay una ambigüedad en el tratamiento del personaje de Clara. No hay una mirada condescendiente sobre ella ni su condición, sino que es retratada como cualquier otra mujer que puede experimentar condiciones similares, y hay muchas en Latinoamérica, independientemente de que tengan una neurodivergencia o no, justo por las barreras que mencionas. ¿Ves una gran diferencia entre lo que vive Clara y cualquier otra mujer en un contexto sociocultural distinto?

Siento que es una cuestión de volumen. Uno puede vivir lo mismo, pero a un volumen menor o mayor. En el caso de la película, subí el volumen para que fuese suficientemente claro lo que queríamos decir. Han venido personas de otros países, como Irán o Estados Unidos, que se identifican. Incluso gente que no viene de familias religiosas. La sociedad está construida sobre la religión y, tanto la católica como otras, son todas patriarcales. Una crece con eso como mujer. En mi caso, fue muy difícil deshacerme de ciertas miradas que yo tenía hacia mí misma. Desde cómo me debo ver hasta cómo debo actuar, es una constante batalla contra mí misma. Cuesta romper con las cadenas que vienen de generaciones atrás. Ojalá que la película pueda contribuir a romper con las limitaciones que uno se impone.

Por otro lado, hay una dimensión más lúdica, quizá no mágica pero espiritual o de cuento de hadas. Tal es el caso de las referencias a La bella durmiente, las cuales tienen un peso importante.

Sí, al final Clara puede encontrar su liberación. La religión impone ciertas reglas; en cambio, la espiritualidad libera y, para mí, se encuentra más en la naturaleza. La naturaleza no te pone expectativas, no te pone límites. Al contrario, da demasiado y nosotros tomamos y tomamos de ella. La naturaleza no nos pone límites y ahora, en todo caso, nos resiste. Sin embargo, Clara es un personaje que se ve como parte de la naturaleza, entonces ambas se escuchan entre sí. Es algo que se puede leer como realismo mágico: también Latinoamérica tiene esa tradición arraigada en la literatura.

Clara es un personaje que parece nutrirse no solo por cómo está escrita, sino también por cómo es llevada a la vida. ¿Cómo fue el proceso con Wendy Chinchilla Araya y tu coguionista María Camila Arias?

Clara estaba escrita de una manera específica y luego llegó Wendy a la audición. Fue la segunda persona que vimos. Encontramos algo inmediatamente en ella. Wendy es bailarina; yo soy actriz física y siempre actúo con mis actores en las audiciones. Cuando entró ella, éramos como dos lobas: nos mirábamos, desconfiábamos la una de la otra, íbamos buscando una relación. Con ella, se trató de hacer la transición de ser lobas entre nosotras a encontrar humanidad e irla aumentando hasta que pudimos hablar. Aun así, siempre dejamos un porcentaje de loba que podía aumentar o disminuir dependiendo de la situación de Clara. Aquella alerta por la naturaleza y lo que pasa, aquella intuición, siempre quedó dentro del personaje: esa es la parte más interna.

Por otro lado, está la fisicalidad: es un personaje que está muy limitado físicamente. Su cuerpo es muy pequeño, pero tiene una gran fuerza que no logra expulsar. Trabajamos mucho con imágenes naturales del interior del cuerpo, pequeñas raíces que la mantienen en su lugar. Wendy es una bailarina espectacular. Es opuesta a Clara en ese sentido. Yo quería una persona que tuviera cierta habilidad de movimiento corporal, espiritual y de conciencia para que Clara sintiera por dentro que efectivamente se estaba moviendo y entonces viera cómo salir de allí.

La parte intuitiva y física ¿la llevas también a tu estilo de dirección? ¿Consideras que es un estilo de dirección?

No sé si tenga un estilo en particular. Me gustan mucho los coming of age y la gente que se encuentra a sí misma. Estar muy cerca de ellos y sus mundos. Nunca verlos de manera condescendiente. Mostrar mucho más de lo que ellos saben. Ir descubriendo lo que va pasando día a día. Con Clara, particularmente, era tratar de encontrar la poesía de lo cotidiano, la posibilidad de lo cotidiano en Clara, la manera en la que ve el mundo y, sobre todo, invitar al público a compartir esa mirada.

Eso he tratado de hacer con mis cortos. Sin embargo, ahora he tenido la oportunidad de completar un largometraje. He tenido más tiempo para planear con gente que me apoya y que ha contado la historia conmigo: desde la cinematógrafa hasta la diseñadora de arte, Amparo Baeza. Ella entendía tan bien el mundo de Clara que traía cosas al set para enriquecer la película. Formar un equipo que posea el entendimiento de la visión hace que se eleve a niveles a los que yo, sola, no podría llevarla.

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