Amazonas de Sebastian Ferrari y Daniel Carrizo


Ene 31, 2022

TAMAÑO DE LETRA:

Heterónimo 1: Homo fluviensis


Imaginar el río como vena, arteria, murmullo, cuerpo, dios o solo lo inefable ante los hombres. Un río… un río no me cabe en los significantes del lenguaje, encerrarlo en palabras me resulta una tarea imposible, mucho más si hablamos del Amazonas, el más largo y caudaloso del mundo. Por tanto, quisiera hablarles de este viaje. Me detengo ante las imágenes que fluyen con un tinte nostálgico de cámara adolecida por el tiempo; a través de su lente, tengo la percepción de ser un fantasma que habita en el umbral del río y los hombres. Es justamente Amazonas un retrato de la convivencia del hombre y la naturaleza.

Tránsito. Asedio. El cauce de esta historia me lleva hacia un puerto donde descansan embarcaciones y se concreta el comercio, donde frutos de la región van y vienen. ¿Podríamos hablar del hombre como especie y omitir el ecosistema financiero del que depende aun en los límites de la civilización? Luego, la bandera de Manaos, flameando, que nos habla del estado, una ficción necesaria para la convivencia del hombre y sus semejantes. Entonces una estación de combustible, autos, casas de concreto cuya reproducción solo es contenida por los cuerpos de agua, que son más difíciles de exiliar o domesticar. No hablamos de cualquier ciudad, sino de un ente de paredes envejecidas que a las justas sobrevive.

Entonces la luna, la muerte del día, el descanso. El filme se adentra en la intimidad de los pobladores, hurga en su sueño y la necesidad del ocio ante el trabajo arduo. Se toma tiempo en reparar en los colchones y hamacas donde posarán su cabeza y se suspenderán por unas horas para luego volver a sus actividades. En la noche se orquesta el retorno al seno de la naturaleza, ya no virgen. Artículos de construcción, como tubos de PVC, viajan en barcos de todo tamaño. Nos sumergimos más en las aguas de esta obra audiovisual y vemos otros hombres en medio de la forestación; para vivir, se dedican a la extracción de recursos y la ganadería. Solo queda la impresión de que su lucha por la supervivencia fuera a un puño más limpio que la de nosotros, es decir, sin las prótesis tecnológicas a las que estamos acostumbrados. La cámara y yo los asediamos desde la distancia.

Un hombre frente al timón en la cabina, se escuchan voces. Entonces la imagen de la palabra se vuelve por un instante sólida. El lenguaje, un arma autogestionada a falta de colmillos, garras, venenos de los que está desprovista la especie humana. De repente, ese hombre enmudece, se vuelve indefenso, se queda solo, solo frente al río, frente a la inmensidad.

A lo largo de este viaje, he visto a los hombres cambiar. Después de todo, uno no surca el mismo río dos veces. He visto rostros ancianos, púberes, adultos, pueriles. Y quiero quedarme con estos últimos. Rostros de niños cierran el cortometraje provocando una amalgama de sensaciones; entre estas, esperanza, melancolía, vulnerabilidad. Tanto la niñez como la naturaleza son cuestiones que el hombre de hoy debe asumir con responsabilidad. Es nuestra tarea hacer un mañana posible en el que futuras generaciones puedan convivir con el río y, de forma sostenible, prolongar la existencia humana y la de los ecosistemas que la sostienen.

Amazonas (Sebastian Ferrari y Daniel Carrizo, 2020)

Heterónimo 2: Un viaje onírico y existencialista en Amazonas


Amazonas es un cortometraje documental de los realizadores Daniel Carrizo y Sebastián Ferrari. Concluido en 2020, ha sido exhibido como parte de la selección oficial de diversos eventos cinematográficos, como el 22° Festival Internacional de Cine de Buenos Aires (Argentina), el 4° Festival Internacional de Cine de No-Ficción Frontera Sur (Chile) y el 23° Festival Universitario de Cine y Audiovisuales Equinoxio (Colombia).

En Amazonas, el espectador puede detenerse en una lectura interpretativa de los planos hilvanados alrededor de sus once minutos de metraje o simplemente puede dejarse fluir en una experiencia onírica de imágenes y sonidos.

Filmada en locaciones de Brasil y Perú, la película presta atención al día a día de los pobladores de los puertos del río Amazonas y sus alrededores. La esencia de su cámara es contemplativa. Diera la impresión de que es la colección de recuerdos de un viajero sutil pero curioso.

Estos fragmentos fílmicos que convergen en el cauce de Amazonas adquieren un carácter nostálgico por su colorización desaturada y ruido visual blanco. Puede apreciarse la similitud en estos aspectos de la dirección de fotografía que esta reciente obra de Carrizo y Ferrari comparte con su primer documental, Intro (2018). La diferencia entre estas obras es el sonido, que en Amazonas adopta un carácter estrictamente diegético.

Como se puso en manifiesto, aparte de las sensaciones que pueden producirse en el espectador, el corto permite una lectura existencialista en torno a la relación de los hombres con el río y, con ello, sin ir muy lejos, la naturaleza.

En la interpretación puede asomarse el tema de la conquista del hombre sobre su medio. Aún en zonas alejadas de la civilización, los hombres se dedican a actividades extractivas, agrícolas y ganaderas, es decir, modifican su suelo y tienen un control sobre la reproducción de otras especies para su beneficio. Por otro lado, en la ciudad, donde con mayor solidez se asientan las actividades comerciales, claramente se observa que la geografía del lugar, circundada por forestación, ha sido convertida en un cuerpo articulado de casas, edificios e instituciones. Si bien es difícil escapar de esta idea de convivencia del ser humano con su medio, no se percibe alguna intención más allá de mostrar la cotidianidad de esta relación.

A título personal, algo que encuentro interesante es que la cámara se detiene en un plano abierto donde flamea por instantes la bandera de Manaos, famosa ciudad portuaria. Este símbolo sugiere la idea del Estado, un ecosistema ficticio y necesario para regular la convivencia de los seres humanos entre sí. También, una de las secuencias más memorables en Amazonas es la navegación del río homónimo por un personaje que entabla una conversación con alguien exterior al plano. Este plano, íntimo y poético, enriquece el retrato de los hombres, materializando la capacidad de lenguaje inherente a su naturaleza.

La narrativa del cortometraje no permite asegurarnos si es cronológicamente lineal, salvo por unas escenas dispuestas para dar a entender el transcurso del día a la noche.

A propósito de la idea del tiempo, y esta vez quizás forzando este concepto, podríamos notar que inicialmente el filme se desenvuelve en un ambiente adulto de comercio y tedio para finalizar en un plano infantil divertido y esperanzador. Antes de este final, aparece en plano medio un niño contemplando el río con un semblante preocupado. Estas dos últimas escenas otorgan un cierre funcional a la idea del futuro de esta convivencia, pues esta generación pertenece a un tiempo donde la naturaleza está sufriendo el impacto del ser humano que, sin adoptar posturas de conservación ecológica, acabará condenando su propia existencia.