Pequeño análisis de resultados

Editorial


Ene 31, 2022

TAMAÑO DE LETRA:

Eduardo: El cine no se detiene o eso parece. Y aunque sigo sin tener claro si esa idea me incomoda o no, celebro la capacidad de adaptación que demostraron la mayoría de los festivales alrededor del mundo para, en medio de la emergencia sanitaria que todos conocemos, lograr convertirse en espacios de resistencia de la exhibición de cierto tipo de películas, con capacidad para alcanzar espectadores antes prácticamente imposibles por su condición presencial. Soy de aquellos que prefieren ver el vaso medio lleno y, a pesar de que me habría encantado visitar y conocer la Universidad Nacional en Colombia, sede principal del Festival Universitario de Cine y Audiovisuales Equinoxio, agradezco la invitación que Valentina Giraldo Sánchez, codirectora del festival, nos hizo para proponer un laboratorio de crítica de cine que combinara los intereses de la revista con la visión de Equinoxio, y que se desarrolló finalmente de forma virtual del 21 al 26 de septiembre de 2021. Con un grupo formado por estudiantes de diferentes universidades de América Latina, explotamos las posibilidades y ventajas ya comprobadas de ese espacio en el que revista y festival coexisten.

Al principio esto era un enigma: ¿cómo establecer lazos entre la escritura de crítica de cine y la no ficción? Luego de un par de reuniones con Elena y Rodrigo, llegamos a dos anticipadas condiciones. La primera: si el medio editorial demanda que la personalidad del crítico o crítica de cine se desdoble con cada tipo de publicación —la reseña, el ensayo académico o literario, etc.—, eso nos permite encarnar diferentes ‘personajes’, una suerte de heterónimos, cada uno con sus muletillas y palabras favoritas que, no obstante, configuran un abanico de posibles aproximaciones a la imagen cinematográfica y la experiencia de ser testigo de ellas. La segunda: el laboratorio tendría que plantear por fuerza un ejercicio doble. Por un lado, los y las participantes analizarían y escribirían sobre las películas y, por el otro, cuestionarían su propia escritura para luego experimentar con ella y transformarla, todo al mismo tiempo.

Meses después de concluido el laboratorio y el festival, y con los textos sobre la mesa, me gustaría preguntarles: ¿qué opinan del camino que tomó la propuesta? ¿Qué nuevas ideas les dejó nuestro experimento?

Elena: Desde que empezamos a plantear el laboratorio, el concepto del heterónimo se presentaba una y otra vez en nuestras conversaciones. Pego parte de la descripción inicial de lo que el laboratorio se proponía, pues condensa estas intenciones:

Cada vez que escribimos, se forja una identidad paralela a nuestras espaldas. Algo crece en quien escribe y se desdobla de su personalidad original. Hace sus propios hábitos, tiene sus palabras favoritas, rechaza ciertos métodos en favor de otros. Esta persona tiene su lugar en el mundo, y ese lugar suele ser el de escritos con nuestra firma. En este laboratorio vamos a enfrentar al heterónimo que escribe a título nuestro.

Creo que el laboratorio y sus resultados reflejan algunos de los matices centrales de lo que es y puede ser un heterónimo. Para empezar, este alter ego va más allá de quienes somos, de cómo escribimos, cómo pensamos y de cómo vemos películas. Por lo menos, es la posibilidad de ver y pensar el cine (y, en ese sentido, un poco el mundo) como nunca lo habíamos hecho o como siempre lo quisimos hacer. Este convertirse otro a través de la escritura es también la posibilidad de ver desde afuera y con algo de perspectiva el lugar desde donde normalmente escribimos, el estilo que tal vez inconscientemente hemos cultivado y las preocupaciones que más buscamos en las películas.

¿Se crearon heterónimos completamente independientes y formados? ¿Se entrevieron las rutinas de escritura que por la costumbre se olvidan? En ciertos momentos sí, en ciertos momentos no. Por ahora me contento con haber hecho parte de un grupo, como organizadora y estudiante, que por lo menos se aventuró a esa posibilidad y abrió las brechas de ese camino.

Rodrigo: No podríamos pensar en un ejemplo más claro de lo que buscábamos llevar a la práctica que la multiplicidad de roles que experimentó Elena. No solo llevó a cabo la coordinación académica y nos ayudó a idear las cinco sesiones del laboratorio, sino que también asumió el reto que le planteamos al grupo y lo llevó hasta la recta final junto con las escritoras y escritores que compilamos en este dossier. El desafío era elegir una película de la programación de Equinoxio —que en esta edición portaba la valiente consigna de «No ficción: contra-cartografías audiovisuales»—, escribir una crítica (a la que llamamos «Heterónimo 1»), identificar los rasgos principales de ese texto propio para luego contradecirlo, transformarlo o reconstruirlo en un segundo escrito que fuera lo más distinto posible («Heterónimo 2»).

A algunos les costó más trabajo desprenderse de los hábitos que fuimos rastreando, otros se transformaron con relativa facilidad. En cualquier caso, considero que logramos el objetivo fundamental del proyecto, que era permitir un espacio compartido para detenernos por unos días y analizar lo que generalmente hacemos en automático. Yo mismo siento la inercia de un ejercicio sustentado en los cambios constantes de rol (de cinéfilo a crítico, de crítico a editor, de editor a ponente, de ponente a corrector de estilo, etc.) sin que esa demanda de identidades implique planes respectivos o un propósito claro y previamente determinado para cada una. Por eso agradezco que tanto Equinoxio como Correspondencias me hayan brindado un tiempo para detenerme, pensar y probar soluciones alternativas.

Con suerte, a los estudiantes del laboratorio también les habrá servido cachar algunas de las mañas con las que su heterónimo de cabecera ha firmado sus textos todo este tiempo.

Eduardo: Coincido con Rodrigo. Además, los textos de Elena son un grato ejemplo del resultado. Su aproximación a Esto no es una historia sobre China (2020) de Francisca Jiménez Ortegate, una de las dos películas colombianas de nuestra selección, moviliza el punto de vista de la mirada local, la de alguien que comprende naturalmente el contexto del filme e identifica su argumento con mayor claridad, al de la mirada curiosa que concentra su atención no tanto en el tema de fondo, sino en un pequeño gesto plástico. Los dos textos valen por sí mismos y el salto evidencia el valor de los múltiples enfoques.

Otro de los hallazgos que encuentro más interesantes luego de haber concluido el laboratorio es la reivindicación del juego en la práctica de la crítica de cine. Los ejercicios proponían una transformación que rescató el carácter lúdico inherente a la escritura que los tiempos editoriales le habían quitado. Me hizo recordar que, al menos para mí, escribir es jugar a ser escritor a priori y luego serlo. Ahora pienso que, entre más en serio nos tomemos este oficio, más divertido tendría que ser.

En los textos de Juliana o Gabriela, por ejemplo, la transformación es sorprendente. Van del perfil literario al periodístico sin abandonar, en ninguno de los casos, sus puntos de vista personalísimos sobre las imágenes y los sonidos en Amazonas (2020) de Sebastian Ferrari y Daniel Carrizo y I Don’t Feel at Home Anywhere Anymore (2020) de Viv Li. O el peculiar caso de Alan Dao, quien hizo uso de su formación como biólogo para indagar en Borde de nieve (2021) de Juan Francisco Rodríguez, un documental enmarcado en los códigos de la ciencia ficción, para construir un texto que retoma recursos del artículo científico. Isaac Abisai y Daniela, por su parte, recorrieron el camino contrario. En sus textos sobre Kalsubai (2021) de Yudhajit Basu y The Way We Wait (2020) de Ji-Yoon Park, pasaron de la escritura impresionista y el símil con un texto de guion a una forma más convencional de ordenar sus argumentos.

Ese mismo juego de contrarios que las y los autores abrazaron nos motivó a hacer cambios en el diseño de esta publicación: en su versión PDF los textos de cada autor se reflejan, en la versión online se desdoblan. La intención es contribuir a su lectura a manera de double feature frente a la película elegida.

Elena: Además de hacer un fiel recuento del carácter de cada texto, Eduardo saca a relucir algunos aspectos interesantes que quiero desarrollar brevemente. Para empezar, el quehacer crítico, desde afuera, pareciera tener un tufo arrogante y en extremo solemne, como si la tarea de quien escribe crítica de cine fuera la de producir juicios tajantes, sólidos y absolutamente serios. Puede que esta imagen sea, en mi caso, producto del recuerdo pueril del personaje de Anton Ego de Ratatouille (Brad Bird, 2007) y, sin embargo, es difícil imaginar cómo se compaginan la idea del juego de la escritura con muchos de los temas de estos cortos: la memoria, el olvido, la vejez, el desarraigo… Parece ser que la mejor manera de hacer crítica es jugar con el estilo y el punto de vista, y encontrar que son tan móviles y dinámicos como este breve laboratorio me ha demostrado. ¿Por qué alguien escribiría si todo tiene que estar fijado y planificado desde el inicio?

Pienso que esta flexibilidad y multiplicidad de la crítica se demuestra en cada ejercicio de este dossier y en el desarrollo de nuestras sesiones. A menudo alternábamos entre llamarlo taller o laboratorio, y ambas palabras revelan aspectos de lo que aquí aconteció. Por un lado, era un taller para la artesanía de la escritura, para compartir técnicas y trabajar en este oficio que a la larga solo se aprende en la práctica. Pero también fue un laboratorio donde se experimentó, se descubrió y se probó hacer algo completamente nuevo, desde el ensayo seminarrativo «Dejar el nido y volver sin alas» al ensayo-guion que es «Crítica topográfica». Entre la tradición y buscar lo nuevo, entre lo viejo y lo que quedaba por descubrir, este espacio fue propicio para pensar de nuevo la crítica de cine y el papel de quien escribe.

Rodrigo: Aprovecho la referencia a la tradición y lo nuevo para cerrar con un reconocimiento a las personas que inspiraron estos ejercicios con ideas que nunca vamos a terminar de desentrañar. Coincidirán conmigo, Elena y Eduardo (y Valentina, cuando nos edites), que el 80% de escribir es leer, y en retrospectiva podemos decir gustosamente que, antes de escribir y editar todo el producto de esta heteronimia desbordada, leímos bastante y leímos juntos.

Volvimos a algunos textos de Cristina Álvarez López y Roland Barthes que varios amigos de la revista saben que nos gustan y que discutimos con cierta regularidad, pero también nos adentramos por primera vez en la crítica de Hernando Valencia Goelkel y la poesía de Álvaro Mutis. Además, nos apoyamos de textos de colegas que admiramos mucho a la distancia, como Alejandra Meneses, Pablo Roldán y Pedro Adrián Zuluaga. Sus ideas fueron autoras involuntarias de la semana de trabajo que vivimos con los estudiantes del laboratorio, y el compendio de breves críticas que aquí presentamos es un diálogo expandido y colectivo con ellas.