Bailar el riesgo
Prólogo a la edición especial FICUNAM9
Por Mariana Gándara
Toda danza refleja una idea del mundo.
Jérôme Bel
Habría que aferrarse al vértigo. La sensación que se aloja en la boca del estómago cuando nos descubrimos ante lo desconocido. Esa pulsión visceral, hermana del miedo por ser hija de la vida, está ahí para recordarnos que aún existen incógnitas sin respuesta, terrenos que demandan ser explorados.
La cinematografía, disciplina artística cuya reproductibilidad le confiere un carácter masivo, tiene dos caminos diferenciables: el de la industria, cuyo fin comercial exige cumplir con las reglas establecidas, y el de la poética, cuya búsqueda implica renunciar a las certezas en pos de un imperativo personal. En esta última no existen las evidencias indiscutibles, el único asidero real es la intuición.
Los realizadores cuya obra se analiza en las siguientes páginas hacen del vértigo su estímulo. Aquellos que eluden las fórmulas taquilleras, renuncian a los caminos fáciles y promueven la evolución del lenguaje cinematográfico. Son abordajes que toman por asalto la incertidumbre y, por lo tanto, implican un trabajo posterior de investigación que encuentre el vocabulario necesario para nombrar sus hallazgos. Es ésta la danza que llevan a cabo la realización y la crítica.
Como todo baile, éste requiere de un tiempo y espacio específicos para que su movimiento pueda ocurrir, y es aquí donde el Festival Internacional de Cine UNAM hace su aparición: es la fiesta que da pie a cabriolas y piruetas. En su novena edición, el FICUNAM continúa con su labor de escaparate indispensable para que estéticas radicales, discursos disidentes y voces nuevas se den cita con el público mexicano. La Cátedra Ingmar Bergman en cine y teatro adereza el festejo con espacios de encuentro, formación y análisis donde estos creadores comparten las diversas maneras en que dan forma al cine de nuestro presente.
El número de Correspondencias. Cine y pensamiento que tenemos frente a nosotros, escrito ex profeso para el FICUNAM, es una muestra de la más virtuosa coreografía, aquella que nos sorprende por la facilidad con que ejecuta sus pasos más complicados, cuya cadencia revela nuevas lecturas y nos incita a bailar. Sus plumas, con la frescura de la juventud y la solidez de la argumentación, brindan herramientas que nos permiten profundizar el disfrute de las películas que abordan.
A fin de cuentas, sea desde la crítica o desde la creación, ésa es la consecuencia de permitir que el vértigo nos invada con su trepidante ritmo: gozar el riesgo.
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