En el cine de João Pedro Rodrigues la muerte no es un final.
Es una puerta a nuevas posibilidades.
Opera como un medio de trasformación.
Volviéndolos otro.
Como si al morir, también cobraran vida.
Fantasmas de carne y hueso.
Atravesados por deseos que les obligan a cambiar el rumbo de sus vidas.
Muriendo una y otra vez.
Hasta trascender la muerte.