Vorspiel

Montaje como carrera de relevos


Jul 27, 2021

TAMAÑO DE LETRA:

La primera vez que escuché el preludio (vorspiel) de la ópera Tristán e Isolda (Richard Wagner) quedé tremendamente cautivado. Esa sensación se resume en el primer acorde. Este acorde me transmitió estridencia y suavidad; una dureza delicada; un solapamiento sonoro muy compacto y a la vez mutable; un artefacto inestable, sólido, convulso, en cierto modo: críptico. No tiene una sonoridad extraordinaria per se; su extrañeza proviene del contraste de su armonía con la tonalidad del resto de la composición. Su especial significado emerge del contexto y del choque, y no de la pieza suelta. Esto me hizo pensar inmediatamente en el montaje y, más allá, en el lenguaje.

El poder, la representación, la ira, la belleza, la búsqueda, el amor imposible, el viaje, la muerte, la huida, el encuentro, el sexo, el éxtasis, la calma, el recuerdo… Grandes temas que pueblan el libreto y la propia música. Pensé que estos temas resuenan también a su manera en muchas películas importantes para mí, como el extremo ya débil de una ondulación en un lago que comenzó con una piedra arrojada por alguien, con un acorde extraño. Así nació el deseo de hacer este ensayo audiovisual: películas que resuenan en otras, los ecos de un plano anterior afectan al siguiente.

Un personaje arroja una pelota y, en el siguiente plano, otro personaje de otra película mira al cielo. Las manos de una película se conectan con las de otra. La cámara se aleja hacia el cielo y la cámara vuelve a la tierra. Alguien corre en una dirección y otra persona continúa la carrera, toma el testigo. Montaje hecho como una carrera de relevos.

La idea de este ensayo es crear una forma de continuidad, una sola película que contiene a muchas otras, pero resignificadas. Mi versión de aquel acorde misterioso que resume el todo en un instante como en los fractales. En la escuela de cine, nos enseñan que la continuidad es que el cigarrillo se queme de igual modo entre dos planos contiguos o que el jarrón o las manos estén en la misma posición entre dos planos. Al cine industrial le preocupa mucho guiar el pensamiento de ese modo, poner todos los elementos al servicio de la historia para que uno no pueda distraerse, pensar por sí mismo ni crear significados. No se me ocurre una forma más irrelevante de continuidad que la «continuidad de cigarrillo».

Montar es, en cierto modo, ordenar. Y ordenar es colocar objetos en relación. Una relación entre dos planos cualesquiera establece una continuidad particular y crea un significado en cada persona; una idea poco novedosa que nos remite a Serguéi Eisenstein, pero que conviene recordar de vez en cuando. La continuidad puede, si uno se empeña, ir más allá de una película en concreto y abarcar muchas otras, o incluso relacionar una ópera con varios filmes, saltando de una a otro. Cada plano releva al anterior y continúa su misma búsqueda, como en la música. Pero, ¿qué buscan realmente los planos? ¿Y qué busca el montaje? Creo que seguir hacia delante. Continuar.