Enter the Void

Viaje astral y experiencia extracorpórea


Por Nancy Molina Díaz de León

Enter the Void

Viaje astral y experiencia extracorpórea


Por Nancy Molina Díaz de León

TAMAÑO DE LETRA:

¿Y el estar muerto es esto: que el cuerpo
esté sólo en sí mismo, separado del alma, y
el alma se quede en sí misma separada de cuerpo?
¿Acaso la muerte no es otra cosa sino esto?

Platón[1]

Enter the Void (2009) es un largometraje dirigido por Gaspar Noé (Argentina). Este filme está inspirado parcialmente en el Libro tibetano de los muertos, su argumento narra la historia de Oscar, un usuario y traficante de drogas, y de su hermana Linda, una stripper. Ambos viven en la ciudad de Tokio; Oscar es asesinado en un antro por la policía local. Al morir Oscar se desprende de su cuerpo y su mente comienza a rondar por los recuerdos y los pensamientos de su hermana y su familia al tiempo, así como los propios. El espectro que lo ilumina se intensifica progresivamente, con ello se retrata de manera cinematográfica el tránsito de la vida al más allá. Éste es un viaje en el que el alma vaga antes de fundirse con el cosmos que supone la religión budista.

El Libro tibetano de los muertos (Bardo Thodol )[2] es un texto que busca fungir como una suerte de manual que prepare al moribundo y sus dolientes para establecer una transición efectiva más allá de lo mundano. De acuerdo con la tradición budista es un estudio ya antiguo de preparación para desprenderse del cuerpo y del ser a través de la meditación, el sueño, los mantras y el trance.

En la mayoría de las culturas, la religión ha hecho hincapié en explicar o dar sentido acerca de lo que hay después de la vida, en establecer un modelo de vida que prepare al individuo a lo que hay después de morir, y en buscar esclarecer lo que hay después de la muerte. ¿A dónde vamos después de morir?

El budismo considera que la existencia de la vida es una liberación de fases interrumpidas y que los muertos entran en un estado «intermedio» cuya liberación se da mediante una adecuada preparación. En este sentido, la vida es el momento de preparar al cuerpo a captar con mayor intensidad los fenómenos de la impermanencia en vida, y de la realidad sustancial independiente y perecedera.

Gaspar Noé juega, a su modo, con esta noción, no obstante lo hace orientando su filme hacia una experiencia sensorial imaginaria que ilustra este posible tránsito en el cual materializa un cuerpo utópico[3] que proyecta la inmaterialidad en el más allá, confeccionando una visión de este estadio «intermedio». Noé echa mano de efectos especiales idóneos, además de enfatizar el recurso cinematográfico de la cámara subjetiva,[4] que simboliza el cuerpo y la visión de Oscar. La cámara encarna una experiencia afectiva y de estados alterados, que permiten al espectador estar inmerso en una dimensión visual y sonora.

Aunque el autor no tiene como premisa hacer un filme que narre el tránsito de la reencarnación,[5] sí dibuja sensiblemente cómo cree que es, desde su imaginario, esta jornada hacia el más allá. Noé trata de establecer cómo sería esta supuesta experiencia de la separación del cuerpo y el alma lo que hace de su trabajo una incursión ficcional sumamente creativa. Noé ahonda en la idea de formalizar en el cine un fenómeno que se acerca a la experiencia del sueño o del influjo de las drogas.

En su historia, el ser humano ha emprendido una búsqueda por experimentar con sensaciones que vayan más allá de lo que el cuerpo puede percibir como su realidad inmediata, como en el uso de estimulantes, la inducción del trance y otros estados alterados. Los sentidos humanos están limitados a nuestra experiencia cotidiana. El cine, en cambio, puede develar sensaciones y afectos que traspasan estos límites. Michel Foucault estableció dentro de sus teorías sobre la corporeidad que esos estados alterados pertenecen al cuerpo utópico, una condición que sólo puede tener cabida dentro de lo incorpóreo, al respecto dice:

(…) es el propio cuerpo el que vuelve contra sí su poder utópico y hace entrar en todo espacio del otro mundo, todo espacio del contra-mundo, en el interior mismo del espacio que está reservado. Entonces, el cuerpo, en su materialidad, en su carne, sería el producto de sus propias fantasías.[6]

Un cuerpo utópico es todo aquello que traspasa los límites de la corporalidad, es decir, los espejismos que emanan de aquello que no está ligado al mundo. Lo incomprensible, el mito de la corporeidad del alma, cuerpo fantasma o el cuerpo incorpóreo:

La utopía es un lugar fuera de todos los lugares, pero es un lugar donde tendré un cuerpo sin cuerpo, un cuerpo que será bello, límpido transparente, luminoso, veloz, colosal en su potencia, infinito en su duración, desligado, invisible, protegido, siempre transfigurado; y es bien posible que la utopía, primera, aquella que es la más inextirpable en el corazón de los hombres, sea precisamente, la utopía de un cuerpo incorpóreo.[7]

El arte, especialmente el cine, puede traspasar espacios y tiempos quiméricos. El caso especial de Enter The Void es un ejemplo de esto. El cuerpo de Oscar muere en un espacio, sin embargo, en un espacio-tiempo alterno, éste emprende una travesía que se torna atemporal donde se abren dimensiones a sus memorias, que operan como espacios fractales, momentos, instantes que escapan a la sintaxis del tiempo cronológico.

Consecuentemente, la narrativa de este largometraje rompe con la linealidad narrativa tradicional y los espacios convencionales, y materializa el cuerpo utópico al transformarse en alma, en muerte, en sueño, en memoria. Gaspar Noé recurre a ciertos elementos cinematográficos, tanto visuales cuanto sonoros, que facilitaron este cometido.

Primeramente, la elección de la banda sonora elegida posibilitó el trance de este viaje. La selección musical corre, principalmente, a cargo de Delia Derbyshire, Johann Sebastian Bach, Jean-Claude Eloy, Cristian Vogel, LFO, Throbbing Gristle y Coil entre otros. En su mayoría la música está empleada para realzar matices del ambiente de la ciudad y colorear las dimensiones de espacios; sin embargo, personalmente, se puede apreciar que la selección de Jean-Claude Eloy está empleada para una inmersión sonora que se concentra en las bajas frecuencias de corte mántrico, buscando remitir a estados profundos tales como los de la meditación. Por otro lado, el fragmento de Coil Ans de Coil crea un umbral de modulación óptimo en la secuencia en que Oscar se desprende del cuerpo y se transforma en este espectro fantasmal que mira su cadáver, pero aún teniendo vida.

La edición visual y el diseño sonoro de este filme aproxima al espectador a un mundo desconocido, que se aproxima a un imaginario de subjetividades, afectos y creencias místicas que en la realidad se encuentra restringido por los márgenes sensibles ordinarios. Enter the Void abre la posibilidad de sumergirse en un territorio de imagen-fractal:

Con la imagen-fractal el aparato cinemático deviene máquina de sueños, máquina de proyección de imaginaciones, creación de imágenes en las cuales no sólo vemos el mundo, sino que nos sumergen en otro mundo; paso de una percepción visual-táctil de la imagen a una percepción háptica, en donde ya no se contempla la imagen sino más bien se deviene con la imagen y en donde los «personajes» los cuerpos o figuras sirven más bien de interfases, intercesores entre otros mundos y nosotros, a través de los cuales transitamos y devenimos otros.[8]

Este filme devela el devenir del cuerpo desde la proyección estética propia del autor; es decir, desde el uso peculiar del color, el ritmo estrambótico de la edición, la asimilación del estado de trance inducido por la atmósfera sonora y visual que conllevan a la potencia de lo sensible. El resultado es un universo cinematográfico que pretende hacer accionar un viaje sensorial envolvente en el espectador. 


FUENTES:
[1] Platón; Fedón. Gredos. España, 2003. 64.
[2] «Bardo» cuya composición etimológica depende de dos términos: «Bar» que significa «intermedio» y «Do» cuyo significado es «dos»; lo cual refiere a un espacio-tiempo intermedio entre dos momentos. Y «Thos Grol» que significa «liberar por medio del sentido auditivo».
[3] Michel Foucault; El cuerpo utópico. Las heterotopias. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires, 2010. p. 7.
[4] La «cámara subjetiva» ha sido un recurso cinematográfico que simboliza los ojos del personaje; no obstante, personalmente considero que se puede inferir que este recurso opera aquí como una entidad corpórea.
[5] Gaspar Noé, «Sí, él otra vez: entrevistamos a Gaspar Noé» (entrevista), en VICE.
[6] Michel Foucault; Op. Cit. p. 15.
[7] Ibid., p. 8.
[8] Sonia Rangel; Líneas de Fuga, Resonancia y variación en la filosofía de Gilles Deleuze. Tesis de doctorado.UNAM. p. 172.