Travesía por la dignidad

Dos días, una noche (2014) de Jean Pierre y Luc Dardanne


Por Eduardo Cruz

Travesía por la dignidad

Dos días, una noche (2014) de Jean Pierre y Luc Dardanne


Por Eduardo Cruz

 

TAMAÑO DE LETRA:

El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos.
Simone de Beauvoir

 


 

La inestabilidad laboral, fruto de la crisis económica actual y el estrés que de ella deviene es un mal que no reconoce fronteras. En un mercado que nos obliga a aceptar plazos cortos y condiciones abusivas, el temor a la pérdida del trabajo y con ello, la seguridad social y material, es una constante a la que se supeditan las relaciones humanas. La falta de empatía reina y pareciera convertirse en requisito para llegar cada vez más lejos.

Para los hermanos Dardenne este tema no es nuevo, lo habían tratado ya de cierta forma -tal vez opuesta- en Rosetta (1999) aunque aquí, el punto de partida es acaso más fuerte porque la identificación con el personaje principal resulta inmediata. Sandra es obrera en una fábrica local que de un día a otro amenaza con liquidarla para poder solventar el bono económico anual de €1000 que le corresponde a cada uno del resto de sus compañeros. A partir de entonces, tiene el tiempo que el título indica para convencer al menos a la mitad (más uno) de votar a su favor; rechazar el jugoso bono en pro de que ella conserve su puesto. Así comienza el vía crucis en toda forma en donde sus compañeros de trabajo hacen las veces de las tantas paradas y caídas en el camino, a cada cual peor y en el que el único fin posible parece ser terrible. La película propone una situación límite a manera de caldo de cultivo social. Un ejemplo pequeño y controlado de lo que la perversa lógica empresarial hace de nosotros en estos días: “por cada hombre rico debe haber al menos 500 pobres, y la opulencia de unos pocos supone la indigencia de muchos. (Smith, 1958). En ese sentido Dos días, una noche (Deux jours, une nuit, 2014es un estudio moral sobre el impacto de nuestras ambiciones, profesionales y económicas, en la vida de otras personas. Sandra tiene razón, su lucha está justificada, pero ¿no lo está también la potencial negativa de sus colegas?

Los argumentos –posibles respuestas– llegan de distintas formas. La información se nos revela de a poco, los diálogos no nos cuentan nada, más bien suceden. Así nos enteramos de la depresión de Sandra -el origen de su situación actual– y descubrimos que mientras trata de recuperar su empleo en realidad está luchando contra algo más grande, está intentando reconstruirse. Esto no es mínimo, la cinta coloca sobre la mesa el debate de la responsabilidad ética de una empresa en el diagnóstico de depresión de sus trabajadores y la facilidad con la que, a pesar de esto, pueden deshacerse de ellos. El juicio final dicta que una persona depresiva no es productiva.

¿Pero cómo se filma la desesperación?, Jean-Pierre y Luc Dardenne poseen ya un método estudiado en su firma. Los directores belgas tienen un particular apego por los personajes desdichados y una vena social que los lleva a retratar vidas de los que habitan al margen. Por ello han desarrollado formalmente un lenguaje acorde, que en esta ocasión repiten tanto como refuerzan. La cámara inquieta, siempre en movimiento, como si insistiera en hacernos saber que está ahí, transmite inestabilidad y desorden. Es notable también el uso que hacen del fuera de campo, como la escena en la que la protagonista se rinde frente al espejo del lavabo y en la cual el aporte dramático se lo delegan por entero al sonido del agua corriendo incesante.

Sin embargo, el filme no resiste un análisis total, algo no funciona. Cierto aire de agotamiento lo inunda. O tal vez se trate de la figura de Marion Cotillard que roba más atención de la necesaria y deja la sensación de inverosimilitud. Argumentalmente el reclamo más grande tal vez sea la falta de conciencia colectiva en un conflicto que en individual es imposible de ganar, como si no se tratara de una lucha de clases. No obstante la apuesta revolucionaria de la historia sí radica en la unión; el tema de la amistad y la creación de lazos nuevos e inesperados en un entorno inherentemente competitivo como lo puede ser el laboral es ya una afrenta por sí mismo. No solo contra el sistema, sino también como un primer paso en la cura de la depresión. La cinta apela a la calidad humana frente a la ambición capitalista en momentos de crisis.

Al final del viaje Sandra lo comprende. Ya no es la misma. El futuro inmediato en su panorama luce gris pero a pesar de las circunstancias ha trascendido sus problemas materiales. Lo importante, parece decirnos su sonrisa y el tono optimista de esa última charla telefónica que sostiene con su esposo, es no perder la poca humanidad que nos queda. Es lo único que aún puede salvarnos.  


FUENTES:
Smith, A. (1958). Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. México: Fondo de Cultura Económica.

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