Infinitos senderos de virtualidad

El auge del humano (2016) de Eduardo Williams


Por Rafael Guilhem 

Infinitos senderos de virtualidad

EL auge del humano (2016) de Eduardo Williams


Por Rafael Guilhem 

 

TAMAÑO DE LETRA:

En su primer largometraje El auge del humano, Eduardo “Teddy” Williams crea una interface más del mapa que ha elaborado desde sus primeros cortometrajes, en específico Pude ver un puma (2011) y Que je tombe tout le temps? (2013). Se trata de la construcción de un mundo habitado por jóvenes que experimentan los rasgos de una virtualidad territorializada, donde los traslados por largos senderos, así como las palabras que viajan universos para decirse, cobran una consistencia en clave algorítmica; cuerpos, trayectos y espacios que se parecen a la realidad, pero no la contienen.

El filme aborda a tres diferentes grupos de personas en Argentina, Mozambique y Filipinas, que parecen compartir preocupaciones y modos de vida. Es la comprensión de una juventud que no acepta sus trabajos y sus tristezas, por lo que se refugian en un mundo de cualidades virtuales, no como un aislamiento o ilusión, sino como un espacio que amplía sus experiencias, su comunicación y entendimiento. Encuentran en las pantallas un intermediario de otra cosa, desnudándose frente a las webcams para ganar un poco de dinero. Lo que vemos es el planteamiento de otra representación de los cuerpos, casi avatares que se transforman ante la mirada de los demás y cobran una nueva presencia.

En un clima cercano al internet o los videojuegos, en El auge del humano la lógica es alterada; más cercana a la estructura de pensamiento hiperfragmentada y líquida que gobierna nuestra época de gran influencia tecnológica en la vida cotidiana. Los sujetos asumen la virtualidad y la interiorizan, son hologramas que pasan por espacios discontinuos, arquitecturas diseñadas e iluminaciones naturales con cierta ingenuidad sobre lo que los rodea. Estamos ante una realidad asumida, pero al mismo tiempo una realidad vestida de secretos que no dejan que los acontecimientos transcurran con normalidad. En el fondo, las películas de Teddy Williams son de una notoria sensibilidad frente a la generación que le rodea; un entendimiento más allá de los prejuicios que elabora sobre las escalas, las geografías, tiempos, distancias, tránsitos y corporalidades que emergen de la reorganización de lo físico a partir de otra idea del mundo vinculada al hastío por el estado actual de las cosas que comprenden el entorno.

A pesar de su referencia al ciberespacio, la película es de una austeridad reflexiva a la mediatización y aparente inmaterialidad. Es un cine que asume que la mirada no debe ser manipulada, y la deja ir a la deriva con los personajes y la cámara. No existe una tensión, el cine moderno es sustituido por uno más holgado y sosegado, como la tranquilidad de un lago sin corriente que tan sólo busca permanecer en quietud. El auge del humano, es una tecnología primitiva de conexiones inesperadas que encuentra, ahí donde todos vemos una pérdida, el motivo que posibilita la vida.  

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