Quedarse en el safe place

3 anuncios por un crimen (2017) de Martin McDonagh


Por Martín Julio Vázquez 

Quedarse en el safe place

3 anuncios por un crimen (2017) de Martin McDonagh


Por Martín Julio Vázquez 

 

TAMAÑO DE LETRA:

El dramaturgo y director inglés Martin McDonagh ha manifestado un marcado interés respecto a la psique de las personas, una pequeña obsesión hacia los psicópatas y su redención, reiterando una fascinación por tomar un poco de humanidad de entre lo más oscuro y aborrecible de la sociedad. Y es este gusto el que se vuelve a manifestar dentro de su última cinta, producción que para muchos ha sido la mayor rival para The Shape of Water y Guillermo del Toro en todas las premiaciones cinematográficas anuales, y que, para otros tantos, resulta ser la mejor pieza del año pasado: 3 anuncios por un crimen (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, 2017).

La película es una de esas historias que provocan que algo se quede en nuestra memoria; nos presenta a Mildred Hayes (Frances McDormand), madre de una joven cuya violación y posterior asesinato no han sido resueltos —luego de siete meses— por la policía local, y quien al pasar al lado de tres vallas publicitarias decide rentarlas para manifestarse pública y concisamente en contra de las autoridades, y con ello ejercer presión para poder tener respuestas y un culpable por el crimen.

No obstante, lo que este mensaje logra no es precisamente su objetivo principal, sino que funge como una especie de catarsis para los habitantes de la ciudad, destacando lo que ocurre con Bill Willoughby (Woody Harrelson), el querido jefe de policía de la localidad; Jason Dixon (Sam Rockwell), un oficial imbécil, racista, homófobo y con tendencias violentas; Y obviamente con la misma Mildred. Vale mencionar que las actuaciones de los tres son brillantes, los tintes, sus arcos, su identidad, el desarrollo de cada uno a través de la violencia, de la frustración, del odio, de lo profano… de esa ruptura interna con la que cada uno lidia y que de alguna u otra manera buscan sanar a través de una redención.

McDormand entrelaza el dolor, la ira, la empatía y el orgullo entre miradas, muecas y sonrisas llenas de odio, y nunca cae en la figura de la heroína, convirtiendo sus áreas grises en puntos de entrada para cuestionarnos sus decisiones. Por otro lado, Rockwell nos da un personaje que genera odio en cuanto aparece, un sujeto que molesta ver libre sin represalias, pero que en algún momento genera algo entrañable. Y Woody Harrelson, la voz de la razón dentro del caos, los daños colaterales que genera una sociedad que manifiesta lo peor de sí. Martin McDonagh los llena de matices logrando que ninguno parezca ser verdaderamente bueno ni verdaderamente malo, llevando al espectador a cuestionarse cada acción ejercida.

Para ello, el director no tiene la llamada «clemencia» con el espectador, es decir, no espera a que este se ría, se sorprenda o procese la escena que acaba de ver, sino que muestra, deja y continúa con la historia, y es aquí donde surge una cierta inconsistencia. Si bien el guion es uno de los mejores de los últimos años, tiende a apoyarse por momentos en las conveniencias debido a la gran cantidad de temas que se tocan; basta mencionar la introducción violenta de un personaje importante sin esperarlo y que deja más preguntas que respuestas, o la mención que se hace sobre un caso de brutalidad policial hacia un hombre negro y que pareciera no tener ninguna repercusión, incluso la presentación del ex esposo que también es ex policía y que se encarga de darnos la pincelada de violencia doméstica. Y qué decir del personaje de Peter Dinklage, ¿por qué está ahí?

Verdaderamente esperaba que la película formara una solidez que se atreviera a hacer lo que pretende ser. Se manifiesta como una posible tragicomedia, pero de pronto presenta estos tintes de denuncia y cuando pareciera que finalmente cruzará la línea para marcar una realidad en su totalidad dentro de la ficción, termina por dar un paso atrás manifestando una ligereza en su exploración y búsqueda por retratar esta cloaca de la humanidad, quedándose en un ligero señalamiento.

Sí, la cinta sin duda es de lo mejor del año pasado, tiene grandes interpretaciones y la idea es increíble, mostrando la realidad de nuestra sociedad reflejada en un pequeño pueblo, transmitiendo sutilmente la violencia de género, el abuso sexual, el alcoholismo, la negligencia, el abuso de la autoridad, la dependencia, la agresión, el odio, la venganza, y sobretodo la redención, pero es eso, sutil, dejando una confusa conclusión sobre la esperanza dentro de la porquería humana, de cómo nos podemos transformar en mejores personas a través de una carta emocional o ejerciendo la venganza a través del «no busco quién me la hizo, sino quién me la pague». 

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