La instantánea expandida

Niñato (2017) de Adrián Orr


Por Gustavo E. Ramírez

La instantánea expandida

Niñato (2017) de Adrián Orr


Por Gustavo E. Ramírez

 

TAMAÑO DE LETRA:

Niñato (2017), del director madrileño Adrián Orr, ha tenido éxito en los festivales de cine. El año pasado, tan solo, fue elegida como Mejor Película en el BAFICI, de Buenos Aires, y antes de eso ya había sido presentada en espacios insignia para el cine independiente como Sevilla, Márgenes, la Viennale, y el prestigioso foro francés de cine documental, Visions du Réel. En México, pudo verse en FICUNAM y más recientemente en la programación de la muestra de cine español contemporáneo La Ola. En apariencia, el primer largometraje de Orr es un filme sencillísimo, una especie de retrato en directo de una familia de clase media de Madrid. En el centro de ese retrato se encuentra el joven David Ransanz —mejor conocido como «Niñato»—, un compositor treintañero de hip-hop sin un trabajo fijo que dedica todo su tiempo a las dos cosas que parecen darle sentido a su modesta vida: la música (una mezcla de beats y letras de no mala calidad) y el cuidado de su familia, integrada por una hija propia (Luna) y los dos hijos de su hermana (Oro y Mía), quienes viven todos juntos en lo que parece ser un pequeño departamento de la capital de España.

La cámara de Orr registra de cerca las interacciones de la pequeña familia, los gestos insignificantes de días corrientes que se apilan casi imperceptiblemente entre las paredes, al lado de las ventanas, bajo el chipi-chipi exterior de las lluvias. Lo que se observa solo puede ser observado de esa manera quizás porque el director se ha convertido en otro miembro del clan, o tal vez en otra parte de esa casa: un ojo que se siente respirar detrás de las composiciones fotográficas, penetrantes, enormemente pacientes, pero nunca estáticas que componen este retrato familiar de varios años. Niñato se parece un poco a la síntesis de un diario familiar que nos ha dejado ver solo algunas de sus páginas.

Surgida de un cortometraje anterior estrenado en 2013, Buenos días resistencia, la primera pieza de larga duración del cineasta madrileño es, sin embargo, más que un simple registro embellecido por una equilibrada y cálida fotografía —obra del propio Orr—, y su definición tampoco puede delimitarse a la de «otra película en los bordes de la ficción y el documental», como la «crítica especializada» ha decidido caracterizar a toda una corriente del cine contemporáneo independiente que opta por lo real pero dista de los mecanismos clásicos del documental. La opera prima de Orr, más que todo eso, puede verse como una incursión poética en la intimidad de una pequeña familia, y de paso —y de forma muy contundente— como un homenaje a la figura paterna alejada de los estereotipos y las fórmulas sociales. La película fue realizada a lo largo de seis años exclusivamente en periodos de invierno a través de los cuales vemos a los niños crecer, mientras David, retratado muy de cerca por la lente de Orr —su amigo cercano desde la infancia—, permanece prácticamente inmutable. Todos pasan la mayor parte del tiempo en una casa que más que un sencillo inmueble urbano, es como un capullo.  

Hay quien ya considera a Niñato como la Boyhood (2014) española, y aunque la película de Orr no haya tenido, obviamente, los recursos de aquella y su tono sea muchísimo más independiente, comparte con la cinta de Richard Linklater la visión nostálgica sobre el núcleo familiar como la fábrica de la personalidad que cobrará forma a lo largo de los senderos de vida. Pese al tono contenido, las largas tomas interiores, los vistazos al interior de los cuadernos infantiles, y la nostalgia de los días grisáceos de una Madrid apretujada (siempre poblada por el concreto húmedo y la bruma del vapor o del tabaco), el principal elemento por el que navega Niñato no es necesariamente la ciudad o el departamento por el que caminan los queribles personajes; es el tiempo, y esa es una sustancia mucho más compleja de retratar. 

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