La loca virtud de la abnegación

Los adioses (2017) de Natalia Beristáin


Por Itzel Dekovic 

La loca virtud de la abnegación

Los adioses (2017) de Natalia Beristáin


Por Itzel Dekovic 

 

TAMAÑO DE LETRA:

La violencia, sea cual sea la forma en que se manifieste, es un fracaso.
Jean Paul Sartre

Dijo Rosario Castellanos en su discurso «La abnegación: una virtud loca»[1] que si nos proponemos construir un feminismo auténtico, pero sobre todo, eficaz, debemos primero descubrir que no existe la esencia de lo femenino, admitiendo que lo que existe son encarnaciones concretas de la femineidad. A casi cincuenta años del pronunciamiento de este discurso, ¿será que insistimos en perpetuar encarnaciones de una femineidad tóxica y abnegada?

A través del filme Los adioses (2017), Natalia Beristáin nos regala su propia encarnación de Rosario Castellanos, luego de una minuciosa investigación de su literatura poética y epistolar con Ricardo Guerra. Ambivalente y luminosa, tanto narrativa como visualmente, la historia se puede entender inicialmente como una amalgama entre la poeta y escritora feminista y el ser humano circunscrito en un contexto profundamente machista, pero es esta misma luminosidad y belleza, lo que amenaza con traicionar la oscuridad de la historia, al suavizar las violencias que se ejercen contra la protagonista en un halo de romance.

En un país donde la violencia contra la mujer se ha agudizado en los últimos años, prevaleciendo la impunidad y la indiferencia de las autoridades —quienes lejos de aceptar la problemática que existe, buscan invisibilizarla—, la dinámica de pareja de la escritora se nos presenta como una apasionante historia de amor, en la que las interacciones entre Castellanos y Guerra retoman fragmentos de su vasta obra para centrar al hombre en una dicotomía: lo vemos fluctuar entre inspiración poética y lastre posesivo que coarta el desarrollo personal y profesional, alrededor del cual orbita la creación de Rosario, dejando de lado las raíces políticas de sus textos e influencias estéticas, lo cual nos hace cuestionarnos si el feminismo es realmente el estandarte de este filme, como tanto se ha asegurado, ya que el personaje masculino es un detonante esencial para el desarrollo de la protagonista.

Dentro de su impecable ficción, acaso la sutileza visual dulcifica el machismo crónico de la sociedad mexicana, puesto que la emancipación, la autonomía, la equidad de género, el logro profesional de las mujeres y el halo de la maternidad —temas que aún no han sido resueltos ni superados— se ven atenuados por la idealización del amor romántico con alarmantes signos de codependencia, que refuerza un concepto muy posesivo del amor, lo cual hace suspirar al público, mientras esta vehemencia pone a la protagonista en contradicción con sus ideales. Si existe una denuncia, se desdibuja al romantizar el dolor de la escritora, al normalizar su condición de víctima de violencia, porque aunque el arte que surge del sufrimiento puede ser maravilloso, el sufrimiento en sí no debe enaltecerse.

La permanencia en una relación abusiva y el sometimiento a la voluntad de un marido tirano, celoso e infiel que pretende reprimir la autonomía de su esposa puede tener consecuencias irreversibles pero lamentablemente muchas mujeres aún no saben identificar dichas conductas violentas, por lo cual, a través de Los adioses haremos un breve recuento de las actitudes corrosivas tanto del personaje de Ricardo. Entendemos violencia contra las mujeres como cualquier acción u omisión basada en su género, que les cause daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte tanto en el ámbito privado como en el público.[2]

En Los adioses encontramos violencia psicológica cuando Ricardo abandona a Rosario y contrae matrimonio con otra mujer, debido a que la escritora se va a estudiar fuera del país por una temporada, también cuando hace comparaciones destructivas sobre el pasado familiar de Rosario y cuando es infiel dentro del matrimonio. Restringir la autodeterminación de Rosario al solicitarle que deje su labor docente en la universidad para dedicarse al hogar, es violencia económica ya que esto afecta su supervivencia. Este tipo de violencia se manifiesta a través de limitaciones encaminadas a controlar el ingreso de percepciones monetarias.

Todas las conductas anteriores conllevan a la víctima a la depresión, al aislamiento, a la devaluación de su autoestima e incluso al suicidio, por lo cual resaltamos la importancia de quitarle lo romántico al abuso en las narrativas actuales, y lo nocivo de soportarlo abnegadamente. La propia Rosario, en su discurso insistió en que, si la abnegación es una virtud, es una de esas virtudes (…) que se han vuelto locas, y que para su locura no existe entre nosotros otra camisa de fuerza más que la ley. 

Rosario es un modelo a seguir, de eso no cabe duda, pero no como heroína trágica, sino como pilar de la literatura feminista latinoamericana, como poeta y diplomática que combatió el sexismo. Para ella «El eterno femenino» (nombre que se le dio a la película en inglés), título inspirado por el final de Fausto, novela de Goethe, era una sátira amarga, producto de su ingenio cáustico. Rescatemos entonces a la Castellanos polisémica, poderosa e integral de entre las páginas de su extensa obra derogando la apariencia de que una tormentosa vida romántica fue el eje exclusivo de su discurso, como se nos presenta en Los adioses. 


FUENTES:
[1] Discurso pronunciado por Rosario Castellanos en el acto conmemorativo del Día Internacional de la Mujer celebrado en el Museo Nacional de Antropología el 15 de febrero de 1971.
[2] Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Nueva Ley publicada en el Diario Oficial de la Federación el 1º de febrero de 2007 Texto vigente. Última reforma publicada DOF 28-01-2011

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