Un espejo, dos reflejos

Las herederas (2018) de Marcelo Martinessi


Nov 28, 2018

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Los grandes movimientos políticos y económicos del mundo han reducido a aquellos favorecidos en otros tiempos con opulencia y lujo, dejando una estela de decadencia y ruina que no logra arrebatarles algo que no es embargable, pero es igual de valioso: el garbo o la clase. Chela y Chiquita, las protagonistas de la película paraguaya Las herederas (2018), son mujeres que representan esta estirpe de imperios derrumbados y rumiante melancolía.

La ópera prima del cineasta Marcelo Martinessi presenta, bajo una lente de sociología refinada, el relato de estas dos mujeres: Chela y Chiquita, residentes de Paraguay cuya situación financiera ha caído a tal punto que se ven obligadas a vender las posesiones que han heredado de su gran linaje. Las deudas llevan a Chiquita a la cárcel por fraude y ahora Chela se ve forzada a trabajar como chofer para un grupo de adineradas damas de sociedad.

Cual candelabro viejo, la película de Martinessi va aglutinando escenas que muestran el resplandor agonizante de ambas mujeres y de toda una clase social que se extingue a la luz de feroces cambios en un sistema que ya no funciona de la misma manera y en el que, como los objetos y reliquias que venden, se ven desprovistas de una función práctica. Para no caer en el olvido, comienzan a entablar un necesario diálogo con lo que está fuera de su mansión, un obligatorio contacto con el resto del mundo.

A través del contacto con la cárcel, por un lado, y de una joven llamada Angy, por el otro, estas reliquias vivientes se desempolvan y encuentran una forma radicalmente distinta de entender las posibilidades que una situación económicamente precaria puede representar. De música incesante y una desaturada colorización, la película de Martinessi se antoja como un guiñol suave que evoca con sutileza la decadencia de personajes que pululan el mundo de Robert Aldrich (What Ever happened to Baby Jane, 1962), al mismo tiempo que se emparejan con el feminismo perfumado de Gloria (Sebastián Lelio, 2014), pero tratando de mantener una identidad más o menos perfilada.

La película se hizo acreedora, en el pasado Festival de Cine de Berlín, al Premio Alfred Bauer por su dirección y a un meritorio premio para Ana Brun, quien interpreta a Chela con un cuidadoso balance de melancólica ternura y soterrada furia, mezcla que la lleva a encauzarse con la serena fiereza en la interpretación de Ana Ivanova. Martinessi ofrece así una película que funciona como un espejo tanto para sus personajes como para el estado actual de su país, urgiendo a ambos a moverse y cambiar. Quizá el «problema» es que el medio usado sigue siendo la herencia de otros tiempos y no una ruptura definitiva con el pasado. A final de cuentas, sin importar qué tan viejo sea el espejo o cuánto daño tenga por el tiempo, siempre habrá de devolver un reflejo si lo único que vemos es su frente.

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