Las chicas pesadas de Las Lomas

Las niñas bien (2018) de Alejandra Márquez Abella


Oct 1, 2019

TAMAÑO DE LETRA:

Los hitos cinematográficos de la taquilla mexicana parecen estar atravesados, sin importar el género en el que se desenvuelven, por la importancia de la clase económica de sus protagonistas. Entre Nosotros los pobres (Ismael Rodríguez, 1947), drama clásico del Cine de Oro, y Nosotros los nobles (Gary Alazraki, 2013), comedia que homenajea-parodia su título, por ejemplo, se teje un gigantesco espectro de «exitosas» películas que hacen de la diferencia de clase su motivo de estudio, sin dejar de renovar ciertos tópicos y estereotipos de lo que corresponde a los ricos y los pobres, racismo y clasismo legitimado de por medio. ¿Este cine explica a la sociedad mexicana o al revés?

La segunda película de Alejandra Márquez Abella, Las niñas bien (2018), es consciente del suelo sobre el que se sostiene y dialoga con ese contexto. Sofía de Garay es una mujer perteneciente a la clase dominante desde su nacimiento y su vida es todo lo que siempre esperó que fuera: a sus treinta y tantos años es una orgullosa madre de familia, atractiva esposa de un exitoso empresario, dueña de una esplendorosa casa y líder de su elitista grupo de también millonarias amigas, en el que, además, ella es la abeja reina, la que marca las tendencias. Para su desgracia, es la década de los ochenta en México y una severa crisis económica está a punto de sacudir hasta a los más poderosos, desbaratando la fantasía en la que vive, derribando el pedestal desde donde acostumbraba mirar el mundo y aniquilando sus certezas de manera definitiva.

El tema central del filme en un primer momento pareciera ser ése, la caída en desgracia de aquellos que nunca imaginaron tocar el fondo, y, para ello, se construye principalmente a partir de dos tipos de planos; por un lado, cortos primerísimos planos de los objetos, joyas, platillos y demás indumentaria ostentosa que rodea la vida de sus protagonistas, una manera de hacer énfasis en su altura social, pero también una forma de dar ritmo al montaje, consecuente con el diseño sonoro —repetitivo, insistente, ansioso y lúdico—. Por el otro, travellings alrededor de Sofía y los espacios que habita, las casas y los jardines, abarcando las conversaciones, cargando de importancia cada diálogo (sobre todo, ésta es una película de diálogos), dándole su momento a cada personaje y marcando los puntos de tensión. Esta decisión de la puesta en cámara genera, al mismo tiempo, artificialidad y contraste, no sólo en el decorado, sino también al servicio del declive moral y emocional de Sofía, de modo que Las niñas bien no pasa solamente por poner en cuestionamiento una dimensión de clase (la apuesta más evidente), sino también por evaluar la dimensión de género implícita (la apuesta más sólida).

Y si bien con ello la cinta busca distanciarse del tono condescendiente de la comedia romántica mexicana contemporánea, dotando de seriedad formal al tema, en el conjunto parece traicionar sus intenciones. La trampa está en los modos de representación, pues la mirada que prevalece, cómplice, termina por reducir o maquillar lo verdaderamente negro del asunto: el racismo, el clasismo y la corrupción relacionadas a la situación de sus protagonistas.

«No digas ‘provechito’», sentencia Sofía de Garay, orgullosa, en un momento. Y tal vez sea el diálogo medular de la cinta. Todo el desprecio que ella y la clase acomodada sienten hacia lo inferior de la idiosincrasia mexicana se condensa en esa línea. Pero la secuencia parece celebrarlo, buscando la emulación del gag, carácter que permea la totalidad del filme, acercándolo a lo artificial, pues, si bien «las chicas pesadas» de Márquez Abella están construidas con múltiples dimensiones, por instantes, y a pesar del entramado formal, no dejan de percibirse como vacuos sujetos de adoración.

TAMAÑO DE LETRA:

 

  • Clementina
  • El poder del perro
  • Adios al lenguaje-2