Accidente de tránsito

Luciérnagas (2018) de Bani Khoshnoudi

TAMAÑO DE LETRA:

«En Veracruz nadie se queda», enuncia uno de los personajes de Luciérnagas durante una conversación sobre los destinos de cada quién. Pero la realidad es que sí hay quien se quede, quien haya echado raíces, gente cuya cotidianidad está atravesada por el camino de otras personas. Mientras la gente llega y se va, hay quien permanece y atestigua el movimiento: Veracruz es un canal habitado (si estiramos un poco la liga, México lo es también).

Luciérnagas es el relato de un accidente de tránsito que pasa por este canal: Ramin (Arash Marandi) es un hombre iraní que llegó a Veracruz por error después de abordar un barco huyendo de su país. Comienza a buscar trabajo y modos de subsistir mientras duda sobre el paso siguiente, no sabe si intentar volver a casa o irse a Estados Unidos, a Canadá, a algún lugar mejor. Se instala en un hotel manejado por Leti (Edwarda Gurrola), una mujer descendiente de migrantes del Medio Oriente que nació y creció en el puerto. Son dos personajes en extremos distintos de conflictos similares: Ramin se fue de su hogar dejando una vida detrás —una familia, un amante, tradiciones, valores y ataduras—; Leti es a quien otros han dejado detrás al irse. Su pareja se fue y ella se convirtió en un fantasma periférico al sueño migratorio.

El encuentro entre ellos, consumado a través del idioma —él le pide a ella que le enseñe español a cambio de enseñarle inglés—, condensa las tensiones inherentes al acto de migrar. A través del proceso de aprendizaje, Leti y Ramin se permiten crear un puente sin un plazo fijo, pues no se sabe cuánto tiempo estará él en el puerto: el idioma funciona como vínculo, como un esfuerzo por echar un ancla, por efímera que sea (¿por qué querría Ramin aprender español si no existiera aunque sea una mínima intención de permanencia?).

Veracruz, para tantos en el universo que vemos retratado en Luciérnagas, no es más que un paréntesis en el camino. El anhelo final siempre es irse a un lugar mejor —el American dream o, por lo menos, su sucursal cancunense—. El acierto de la película radica en su apuesta por voltear a ver hacia el lado menos espectacular de la historia: en lugar de convertirse en un relato de polleros, crisis migratoria o caminos tortuosos que terminen bien o mal, se enfoca en lo que se queda atrás, en un lugar donde también hay vidas, conflictos e historias. La cinta, que comienza con el anuncio del carnaval, concluye con la celebración de éste: entre música, baile y alcohol, Leti y Ramin intercambian miradas, decidir quedarse no es siempre una derrota.

TAMAÑO DE LETRA:

 

  • Clementina
  • El poder del perro
  • Adios al lenguaje-2