Volverse bruja hoy

Ema (2019) de Pablo Larraín

TAMAÑO DE LETRA:

Las mujeres podemos ser monstruosas. Podemos ser insoportablemente malas: ser madres negligentes, hijas malagradecidas, amantes descarriladas. Podemos ser asquerosamente promiscuas. Ser vulgares, viscerales, escandalosas, explosivas. Nuestros gritos son ofensivos, nuestros cuerpos son ofensivos. En cambio, una buena mujer es una buena hija, una buena madre, una buena esposa. Una buena mujer no irrita, no estorba, no incomoda. La existencia de una buena mujer no ofende.

Cuando una mujer provoca miedo es siempre en función de estos términos, una afrenta o rebelión contra las reglas del campo de acción doméstico que nos han sido impuestas históricamente. No basta con ser hijas, madres, o esposas: hay que serlo en los términos que han sido establecidos, cumpliendo las expectativas dadas sobre nuestro cuerpo y nuestro actuar. Hay que respetar al padre ante todo. Hay que encargarnos de los hijos sentando para ellos el mejor ejemplo, una brújula moral impoluta que los orientará en el mundo. Hay que colocarnos en el esquema del deseo siendo vistas en los términos de una mirada masculina. Cuando nos salimos de este guion, aunque sea un poquito, es cuando comienzan los problemas.

Es precisamente esto lo que sucede con la protagonista de Ema (Pablo Larraín, 2019). En muchos sentidos, se trata de una mujer que convierte su poder en una fuerza violenta que arrasará con todas estas convenciones a su alrededor. Conforme el relato va avanzando, comprendemos que existe un quiebre muy claro en la inercia de la jerarquía entre Ema y Gastón. Este quiebre es lo que lo detona todo. Ella es bailarina y él, coreógrafo; son pareja y han adoptado un niño que tuvieron que devolver después de un suceso terrible. A partir de esto, Ema se convierte en una fuerza que sacude todo a su alrededor, alterando el estado de las esferas donde se desenvuelve: su hogar, su grupo de danza y el espacio público que habita no podrán ignorar más su existencia.

Hay una tensión entre ella y su entorno que se expresa a través del persistente plano contra plano: lo que vemos parece ser un enfrentamiento entre Ema y el mundo —entendamos el mundo como las expectativas, convenciones y ataduras que la han constreñido por ser mujer—. En un despliegue brutal de todas las fuerzas temibles de manipulación y seducción de las que puede echar mano una mujer terrible, Ema toma las riendas no sólo de su destino, sino del de quienes la rodean: haciendo esto se vuelve aterradora.

Infidelidad, lujuria y ambición son características de las brujas según el Malleus Maleficarum —el tratado mayor sobre la persecución de las brujas utilizado en el siglo XVI—: Ema, como tantas mujeres de su generación, los reúne todos. El cuerpo femenino se convierte en un arma para el reclamo de un poder que nos ha sido negado a lo largo de los siglos. Ema y su aquelarre se desbordan mientras bailan y exploran sus cuerpos y deseos en sus propios términos. El reguetón y su carácter ofensivo se convierten en un grito por libertad que rebasa los límites impuestos por una sociedad que las (nos) observa escandalizada. Es momento de tomar la rabia, el dolor y la confinación para convertirlos en un grito que no puede ser ignorado.

En Dead Blondes and Bad Mothers: Monstrosity, Patriarchy and the Fear of Female Power, Sady Doyle reflexiona sobre los monstruos y las brujas de hoy. Mientras los monstruos son, dice, las brujas se hacen.[1] Pienso en los señores que se han escandalizado con las proyecciones de Ema en distintos festivales —en Sundance, incluso, me tocó ver a varios dejar la sala con una visible indignación—. Ser bruja como lo es Ema es una decisión, una apuesta por hurgar en la oscuridad que yace en nuestros adentros, por mostrarla y armarnos con ella, ofenda esto a quien ofenda. Es abrazar nuestra voracidad, nuestra piromanía, nuestra sangre hirviente, nuestro amor incontenible: es dejar de escondernos y obligar a ese mundo que nos ha confinado a las sombras a voltear a vernos, al fin, en nuestros propios términos.

TAMAÑO DE LETRA:

 

  • Clementina
  • El poder del perro
  • Adios al lenguaje-2
  • Noticias de casa

FUENTES:
[1] Sady Doyle, Dead Blondes and Bad Mothers: Monstrosity, Patriarchy and the Fear of Female Power, Melville House, Brooklyn, 2019, p.243.