Esperanza de fuga

La paloma y el lobo (2019) de Carlos Lenin


Mar 8, 2020

TAMAÑO DE LETRA:

Durante el Festival de Cannes de 2013, la presentación de Heli (Amat Escalante, 2013) causó controversia por mostrar la tortura de un joven por parte de un grupo de criminales. La cinta, que narra la entrada del narcotráfico y el crimen organizado al estado de Guanajuato, fue una de las primeras representaciones de la guerra contra el narco instaurada por el régimen calderonista. A casi siete años de aquel estreno, La paloma y el lobo (2019), ópera prima de Carlos Lenin, no centra ya su reflexión en el surgimiento de aquella violencia, sino en la vida inmersa en ella o, más bien, en la sobrevivencia dentro de ese sistema.

Lobo vive con Paloma, su pareja, en un departamento aislado de la sociedad. Él trabaja en una construcción, ella en una maquila. Los contactos con su exterior se reducen a llamadas telefónicas, videos y algunos amigos que conocen en el trabajo. A las múltiples constricciones que afectan su vida sentimental, se le agregan las de un pasado tenebroso que ha dejado la ciudad en la que viven sin agua, en medio del abandono y con el fantasma de la violencia siempre presente.

Pese al carácter fabulesco de su título, La paloma y el lobo es un relato de los relegados, de las consecuencias que llevan a las personas a salir de su lugar de origen para lograr una vida en paz. La representación de la violencia de Lenin no es física, sino simbólica, pues se encarna bajo estructuras aparentemente comunes, como las del trabajo, y tiene consecuencias incluso en las relaciones afectivas. En una escena, cuando Paloma y Lobo están a punto de tener relaciones sexuales, Lobo se detiene porque no logra congeniar la imagen de sí mismo, afectada por el trabajo y la falta de agua, con la de un amante. «Huelo de la verga», le dice a Paloma.

Todos los espacios del filme están impregnados de esa opresión simbólica, con una atmósfera claustrofóbica aun en los espacios abiertos que adquiere toques distópicos y señaliza como único culpable al sistema que los ha relegado a vivir así. En ese sentido, Lenin se vale de un discurso sumamente pulcro (gracias a la cinefotografía de Diego Tenorio): usa planos generales/medios de larga duración, travellings, planos secuencia y, a través de ellos, crea una suerte de voluntad poética, pues, en lugar de tener un sentido completamente lógico/dramático, se interesa más por lo emocional, la consternación y la confusión.

En ese sentido, los crímenes y la persecución que sufre Lobo después de tener problemas con la delincuencia no son el principal hilo narrativo de la película. La paloma y el lobo habla sobre la tortura, indaga sobre sus sonidos, pero no la muestra. Una imagen es más fuerte en tanto logra «dejar lo que se ve y lo que se dice en favor de lo que se imagina».[1]

Poco importa la manifestación física de la crueldad, sino la psicológica; el miedo y el terror en los planos más íntimos, como los oníricos: «Anoche soné que estaba muerta/muerto», declaran Paloma y Lobo. No hay escapatoria y, sin embargo, es en la esperanza de esta, la imagen de un mar inmenso por recorrer, en donde la película centra su discurso. La paloma y el lobo asume que los relatos menos esperanzadores son los que mejor nos permiten reflexionar sobre la guerra y sus consecuencias. Ya no hay una voluntad de reflejar la violencia, sino de huir de ella.

TAMAÑO DE LETRA:

 

  • Clementina
  • El poder del perro
  • Adios al lenguaje-2

FUENTES:
[1] Gaston Bachelard, El aire y los sueños. Ensayos sobre la imaginación del movimiento, trad. Ernestina de Champourcin, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, p.10.