Intermundos

Chico ventana también quisiera tener un submarino (2020) de Alex Piperno


Abr 9, 2020

TAMAÑO DE LETRA:

Primer mundo


En la secuencia inicial de Chico ventana también quisiera tener un submarino (2020), ópera prima del uruguayo Alex Piperno, un campesino filipino llamado Noli llega a la cima de un monte en el bosque tropical. Es una noche azulada. Consternado, descubre la aparición de un cobertizo gris dentro de los límites de su comunidad. El enigma se asoma de la tierra como una gran chimenea, como un birrete de concreto en la cabeza de un cerrito graduado en alguna carrera que no le va a servir de nada o como el monolito de 2001: A Space Odyssey (Stanley Kubrick, 1968), que se apareció un día y reunió a un grupo de monos asustadizos a su alrededor, despertando la guerra por primera vez.

Noli llama a sus vecinos para mostrarles este edificio maldito que nunca habían visto. En gran plano general, los filipinos discuten nerviosos sobre una diagonal de sombras que cruza el encuadre, reunidos alrededor de una fogata sin saber qué hacer. Vistos con calculada distancia también van a estar, en su momento, Elsa y Chico ventana, los otros dos personajes de esta película: casi siempre desde un ángulo bajo y casi siempre lejos, pero no muy lejos. Con lo del monolito y los cuadros angulares o simétricos, ya tenemos pretextos para decir que los planos de Chico ventana también quisiera tener un submarino tienen algo de Kubrick, y la observación sobre los mundos que componen la extraña armonía de tres vidas separadas, algo de siniestra.

Intermundo


La comunidad de Noli no lo sabe, pero la puerta de ese cobertizo es la entrada a un crucero de lujo que surca el estrecho de Magallanes. Chico ventana limpia ventanas en ese barco. Mientras una población de turistas fríos y gordos se relaja viendo ballenas y tomando fotos, Chico ventana se escabulle de sus jefes, se interna entre pasadizos recónditos, bodegas y enormes paquetes de toallas y papel higiénico para abrir una puerta secreta que nulifica los más de 2 mil kilómetros que hay entre el sur de Chile y Montevideo y así espiar el departamento de Elsa, una uruguaya solitaria que, como los filipinos, vive en la feliz ignorancia de que el armario de su baño es un agujero de gusano. Si ella no está en casa, el marinero se aprovecha de las comodidades domésticas de la clase media.

Por supuesto que, cuando uno se da cuenta del espacio relativo en el que se mueve el tripulante, el crucero empieza a verse extraño aunque esté retratado con objetividad impecable. Pasa de materia a metáfora: los aspectos de marineros limpiando la cubierta y viejitos dando vueltas en la discoteca, que en principio parecían decoraciones rítmicas de un montaje que se estaba tomando su tiempo para desarrollar lo que sea que pudiera adivinarse entre la relación Filipinas-Patagonia-Uruguay, empiezan a volverse piezas para armar un espacio imposible. Una encrucijada móvil atravesando el mar. El barco es una llave para todas las entradas y salidas del mundo, visto en cachitos muy realistas y con mucha calma.

Tercer mundo


Noli pasó la noche afuera, tumbado en la tierra. Dice que no llegó a dormir a casa porque ha tenido pesadillas: sueña con una serpiente que se come a su esposa e hija, que crece y crece, que destruye todo el pueblo. Su vecino, inocentemente equivocado, le dice que no se preocupe porque los sueños no tienen ningún poder real. En Anthologie des mythes, légendes et contes populaires d’Amérique, Benjamin Péret narra el mito precolonial de Nyoko, una oruga que encontró un matrimonio de pueblerinos. Para saciar el hambre de su nueva mascota, la alimentan con corazones de animales. La oruga se convierte en serpiente, y crece. Cuando los corazones de bestia no son suficiente para satisfacerla, la pareja empieza a asesinar humanos. El pueblo asustado se rebela contra el marido y lo mata. Nyoko, furiosa por ver a su dueño sin vida, se vuelve monstruosa y devora los corazones de todos los hombres; con la piel en llamas por las flechas con las que intentaron matarla, sube al cielo.[1]

El miedo de Noli va a devorar mundos, como Nyoko. Él es el único que se atreve a entrar en el cobertizo y poner los pies en el territorio liminal del crucero. Antes de que Chico ventana pueda darle una bienvenida mínimamente decente en la que al menos le avise que acaba de cambiar de huso horario, como si nada, o le diga qué clase de nombre es «Chico ventana», los paisanos de Noli ya están dinamitando este umbral del diablo. La explosión llega como la promesa de una vieja profecía marxista: cuando ellos se cansen, lo van a sentir los burgueses en su departamento lleno de plantitas y de estanterías minimalistas, en la misma sala de estar que una noche, bañada en los reflejos azulados de un cielo de tormenta, reunió a Elsa y a Chico ventana en la intimidad de una nueva y milagrosa amistad.

TAMAÑO DE LETRA:

 

  • Clementina
  • El poder del perro
  • Adios al lenguaje-2
  • Noticias de casa

FUENTES:
[1] Así nació la Vía Láctea según el mito interpretado por Benjamin Péret en Anthologie des mythes, légendes et contes populaires d’Amérique, 1960, París: Albin Michel, pp. 66-67.