Regalo de despedida

Aristocrats (2020) de Yukiko Sode


Feb 4, 2021

TAMAÑO DE LETRA:

En el tercer capítulo de Aristocrats (Yukiko Sode, 2020), Miki cita a Koichiro en un restaurante. Llueve. Comen o se están tomando algo. Con una sonrisa y el rostro ligero, Miki le extiende un pequeño paquete a Koichiro sobre la mesa: le dice que es un regalo de despedida. Ella tiene poco de haberse enterado de que su amante está comprometido con otra persona y prefiere no verlo más. «Durante diez años has sido mi mejor amigo». Koichiro tiene cara de que no entiende el gesto.

Yo tampoco lo hubiera entendido. Alguien como Koichiro se relaciona mediante otra clase de acuerdos, en rituales que no tienen mucho que ver con la compasión o la gratitud. Al menos no con la gratitud por encima de lo justo o lo verdadero. Para Miki fue más importante agradecer que pedir explicaciones o nombrar culpables. Recientemente, Matías Piñeiro y Dea Kulumbegashvili me dijeron más o menos lo mismo al respecto de sus protagonistas:[1] no querían meterlas en una dinámica de resentimiento o de perdón con quienes las lastimaron. Es un juego de poder; resentir es darle importancia a la otra parte, perdonar es darse importancia a uno mismo sobre el otro. Yukiko Sode probablemente estaba pensando en algo así para adaptar la novela Ano ko wa kizoku, de Mariko Yamauchi, y convertirla en Aristocrats.

Con el paso de los años, la extraña templanza de Miki se va a convertir en una aspiración para Hanako, la protagonista de esta película. Hanako es la prometida de Koichiro. Buscó incansablemente un pretendiente por presión familiar y, cuando conoció al aprendiz de abogado, cayó rendida (¿por enamoramiento o por alivio de no fallarle a nadie?). Por coincidencia, Hanako se entera de la infidelidad de su futuro esposo. Se entera de Miki. Estas mujeres deberían odiarse, y odiarlo. Pero, más bien, ocurre que no se conocen, se acercan con recelo; cuando se enfrentan, se entienden como semejantes en relación con sus respectivas familias, con los hombres, con las amigas y aspiraciones. Y Tokio.

Aristocrats dice más sobre la manera en que alguien entra y participa emocionalmente en una ciudad capital que sobre los sentimientos específicos entre personas. En dos escenas separadas, un mismo restaurante; primero desde la perspectiva de Hanako y luego de Miki. Con Hanako, el montaje rodea a la mesa siguiendo la conversación que la joven soltera tiene con sus amigas, se fija de pronto en hablantes y escuchas. Están comiendo postres en dos charolas de tres pisos. Cuando volvemos al mismo sitio con Miki en una reunión diferente, la conversación pasa a segundo plano porque la imagen se detiene en el menú: 4,200 yen por tomarse un té. Miki migró de un pueblo a Tokio para estudiar Lenguas Inglesas y trabajar en el extranjero algún día. Se paga la universidad en las noches como dama de compañía. Cada uno de esos 4,200 yen cuesta. En la escena de Hanako, el precio no es un factor y nunca está a la vista. Después, Hanako se entrevistará con sus futuros suegros y le preguntarán por su ocupación. Ella va a responder que ayuda en casa. «¿Y eso en qué consiste?»: leer y, a veces, tocar el piano.

La familia de Koichiro es aún más rica que la de Hanako. El cine de «humanismo» japonés como el de Hirokazu Koreeda pocas veces se ocupa de estratos sociales tan altos, pero Yukiko Sode muestra a sus personajes con una distancia y un tiempo que también podrían llamarse humanistas. Ritmo para el drama, paciencia para los detalles. Un ciclo de costumbres se revela en el decorado: la familia de Miki se sienta en tatamis para comer en una chabudai tradicional. La familia de Hanako tiene su cena de Año Nuevo en un comedor alto, como los que tenemos en Occidente. La familia de Koichiro regresa a los muebles tradicionales cercanos al piso, pero con una opulencia que desborda belleza, como su ropa y su forma de sentarse. Tres niveles de tokiota y tres intentos de desafiar la norma de compartimentación: «en Tokio, uno solo conoce a gente de su misma clase social».

Sin duda tiene algo de meloso que la chica de clase más baja sea la que pone la pauta moral a los demás. El desapego y la movilidad de Miki (así como la de Itsuko*, amiga de Hanako y mediadora de la trama) es la evidencia de una fractura en las instituciones más antiguas que sobreviven de un Japón antiguo. Solo en un país así de tradicional, en un contexto como este, la fundación de una familia todavía representa un mito tan sólido. Hanako se reencuentra con ella cerca del final en una reunión parecida a la de That Day, on the Beach (Edward Yang, 1983), donde va a adquirir la claridad inaccesible para los aristócratas. Su papel como esposa se desintegra.

 

*Posdata sobre Itsuko: la violinista tiene mi línea favorita de la película. «Me temo que esta no va a ser una conversación placentera», le dice a Miki antes de revelarle que Koichiro está comprometido. Itsuko es portadora de una verdad irreconciliable, pero no la deposita sobre Miki como una carga. Tiene un rostro amable pero severo cuando le da la noticia. Está dispuesta a ayudar y a mediar sin tomar partido. El espíritu es admirable y extraño.

TAMAÑO DE LETRA:

 

  • Clementina
  • El poder del perro
  • Adios al lenguaje-2

NOTAS Y REFERENCIAS:

[1] En Isabella (Matías Piñeiro, 2020) y Beginning (Dasatskisi, Dea Kulumbegashvili, 2020).